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El taller de los Min se hallaba a las afueras del pueblo, cerca de la playa. Yoongi acababa de entregar un Shelby a su dueño, un tipo enamorado de los coches antiguos y con mucha lana que gastar; y estaba seguro de que volvería. El hombre había quedado impresionado con el trabajo de Namjoon.

Se despidió de él, tras cobrar una buena propina, y fue directamente a la oficina en busca de las llaves. Era hora de cerrar. Se encontró a Namjoon durmiendo en el sofá.

Su amigo parecía de verdad cansado y no quiso despertarlo. Se sentó a la mesa y contó el dinero que habían ingresado a lo largo del día. Lo guardó en una pequeña caja fuerte bajo la mesa, menos cien dólares que dobló en su mano. Se acercó a Namjoon con intención de meterle la lana en el bolsillo de la camisa, junto con la llave para que pudiera cerrar cuando despertara.

Se inclinó con cuidado sobre él. Dudó un segundo. Su amigo parecía demasiado tenso, tenía los puños apretados y sus ojos no dejaban de moverse bajo los párpados. Lo que estuviera soñando no parecía bueno. Alargó la mano con el dinero colgando de las puntas de los dedos. Ni siquiera tuvo tiempo de darse cuenta de nada. Una mano lo cogió por el cuello y acabó de espaldas, espatarrado en el suelo, sin apenas poder respirar y con un puño a milímetros de su cara. Namjoon jadeaba sobre él con expresión de terror y los ojos muy abiertos.

—¡Namjoon, soy yo! Soy yo, amigo —gritó, aguantando aquel puño por la muñeca para que no aterrizara en su cara.

Namjoon parpadeó y miró a Yoongi. Después, sus ojos recorrieron el entorno asimilando dónde se encontraba. Se apartó de un salto y apoyó la espalda en el sofá mientras se pasaba las manos por la cara.

—Lo siento —se disculpó.

—¿Qué diablos estabas soñando? —preguntó Yoongi en cuanto recobró el funcionamiento de sus cuerdas vocales.

—No sé. Tenía una pesadilla... Estaba con mi padre... mi hermano y... conejitos rosas. Había conejitos rosas por todas partes —dijo en un susurro.

—¿Conejitos rosas? —repitió Yoongi, arrugando la frente—. Vaya, menuda locura. —Se quedó mirando a su amigo. Apoyó los codos en las rodillas y se dejó caer

contra la mesa—. Sabes que tu viejo ya no puede hacerte nada, ¿verdad?

Namjoon asintió.

—Y aun así sigues teniendo pesadillas.

Namjoon volvió a asentir.

—Creía que, después de cuatro años fuera de aquí, lo habrías superado.

—No se supera, Yoongi —masculló Namjoon poniéndose en pie—. Unas veces se soporta mejor que otras, pero no se supera. Él se encargó de que así fuera, y lo hizo a conciencia. A todo esto, ¿qué cojones estabas haciendo sobre mí, ibas a besarme o qué?

Yoongi sonrió y se frotó la nariz antes de coger el dinero que había caído al suelo.

—Iba a pagarte por el Shelby. El tipo estaba contento y ha sido generoso, pero acabo de cambiar de opinión, pendejo.

Le enseñó los billetes, agitándolos en el aire.

—Dame la lana —le pidió Namjoon con una sonrisa de oreja a oreja. Tomó el dinero y se lo guardó en el bolsillo—. Unos cuantos como este y tendré para el tejado.

El teléfono sobre la mesa comenzó a sonar. Yoongi alargó la mano por encima de su cabeza y lo localizó a tientas.

—Taller Min —contestó. La expresión de su rostro cambió—. Tranquilízate, mamá... Iré a buscarlo, ¿okey?... Sí, lo llevaré a casa... Tranquila, creo que sé dónde está.—Colgó el teléfono y se puso en pie de un salto.

Limits- KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora