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Kilómetros de arena blanca y aguas cristalinas como las de una isla del Pacífico era lo que hacía especial a Hollow Bay. Allí, el sol siempre parecía más brillante, el cielo más azul, y el tiempo transcurría lentamente como si se encontraran en una dimensión distinta. Además, solo se podía llegar hasta allí en barco, por lo que la afluencia de gente era la justa. Esa tarde ellos estaban solos y Paulina lo agradeció.

Aun así, su vista vagaba de vez en cuando en busca de algún rostro conocido. Le daba rabia ponerse tan paranoica. ¿Qué era lo peor que podía pasar si la veían allí? Nada salvo por la charla que le darían sus padres; las amenazas sobre encerrarla en su cuarto si no dejaba ciertas amistades; las caras de reproche que sus amigas le pondrían para recordarle que su inmaculada reputación y su santidad se habían visto comprometidas...

¡Cuánta hipocresía! Estaba bien abrirse de piernas para el quarterback infiel, pero no enamorarse del chico conflictivo. Cuando este estaba demostrando ser mucho más íntegro, sincero y dulce. ¿Había dicho enamorarse? Se golpeó la frente con la mano, lo había dicho.

Terminó de escurrirse el pelo y se dejó caer en la toalla con el firme propósito de dejar su mente en blanco. Recostada sobre los codos, observó cómo el resto seguía con aquel juego estúpido de aguadillas del que ella necesitaba una pausa. Aguas cálidas, unos brazos firmes en torno a su cintura y una sonrisa deslumbrante cargada de intenciones oscuras. No necesitaba más para arder como una llama.

Precisaba tranquilizarse, y ver cómo Kina y Yoongi se tiraban los trastos a la cabeza era la forma perfecta. No habían dejado de discutir ni cinco minutos. Al principio era divertido, pero al cabo de dos horas ya nadie les prestaba atención, ni se preocupaba por si sus vidas corrían peligro bajo la amenaza de un asesinato pasional. Sí, pasional, porque empezaba a ser sospechosa esa antipatía, con la que daba la impresión de que disfrutaban demasiado.

Sonrió, mucho más relajada. ¡Y entonces Poseidón surgió del mar! Namjoon emergió del mar como una aparición, sacudiendo su cabeza para deshacerse del agua salada que se le metía en los ojos. Se pasó una mano por el pelo y lo arrastró hacia atrás, peinándolo con los dedos. Su cuerpo brillaba con miles de gotitas salpicando su piel dorada.

«Respira», se dijo a sí misma mientras se le aflojaba la mandíbula. Un metro ochenta y uno de puro músculo, apenas cubierto por un bañador tipo bóxer, avanzaba hacia ella con una sonrisita que podría derretir los polos. Los tatuajes de sus brazos y su pecho no afeaban aquel cuerpo perfecto, sino todo lo contrario: lo hacían tan sexy que era imposible apartar los ojos.

La sonrisa de Namjoon se ensanchó al ver la mirada caliente de Paulina sobre él. Se dejó caer junto a ella, boca abajo sobre la toalla. Parpadeó para desprenderse de las gotas atrapadas en sus pestañas y entornó los ojos.

—¿Quieres levantar el pie del freno? —preguntó con voz sugerente—. Por cómo me miras, parece que sí.

Paulina sonrió y se humedeció los labios con la lengua. Él dejó de respirar.

—Yo no soy la que lo tiene pisado —respondió. Echó la cabeza hacia atrás y sacudió su pelo casi seco por el sol, lo que hizo que sus ondas naturales se convirtieran

en rizos descontrolados.

—¿Eso quiere decir que, si decido acelerar, vendrías conmigo al barco ahora? —sugirió. Sus ojos volaban por cada una de sus curvas. Verla en traje de baño era una tortura. Ella le dedicó una mirada coqueta.

—No. Creo que yo también quiero que dure un poco más.

—¡Joder, esto me pasa por bocazas! —se quejó Namjoon con un mohín que frunció sus labios. Parecía un niño pequeño al que acababan de quitarle un regalo de las

Limits- KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora