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Hoseok detuvo el coche a un lado del camino y recorrió a pie los últimos metros hasta el almacén. No quería arañar los bajos con aquel terreno pedregoso. La camioneta de Jungkook estaba aparcada bajo la sombra de los árboles que ocultaban la construcción de ojos indiscretos. Suspiró con desgana. Seguro que el idiota de su amigo lo había llamado por alguna tontería. Cada dos por tres se ponía paranoico y había que enfriarle los ánimos. Pero ese día nada iba a estropearle su buen humor. Estaba dándole vueltas a su cita con Paulina. La llevaría a cenar a ese nuevo restaurante que habían abierto la pasada primavera en el muelle. Después pensaba cobrarse en especie los meses que habían pasado separados. Iba a volver con ella, por supuesto que sí. Hacía medio año que había comprado el jodido anillo de compromiso, grabado con su nombre. Ya tenía los planos de la que sería su casa una vez se casaran. Y a él no le gustaba alterar sus planes. Pero nada iba a evitar que la dulce Paulina aprendiera algunas nuevas reglas antes de retomar su relación. A pesar de todo, aún seguía oyendo esa vocecita en su cabeza que le sugería alternativas, como buscarse a una chica más decente para vestirla de blanco y convertir a Paulina en su juguetito. Una sonrisa maliciosa se dibujó en su cara mientras empujaba la puerta del almacén.

La puerta repicó tras él al cerrarse, pero ni siquiera la oyó. Sus ojos, abiertos como platos, estaban clavados en el centro del edificio. Primero notó que su Challenger no estaba allí. En su lugar, bajo un haz de luz, se encontraban Jungkook y Jin. Los dos se hallaban de rodillas, uno al lado del otro, amordazados y atados. Dio un paso hacia ellos y vio la sangre que les empapaba las mordazas y la ropa. Tenían la cara destrozada.

Su mente se puso en marcha. Dio media vuelta para largarse de allí. Pero no llegó a tocar la puerta. Kim Namjoon le golpeó con el puño derecho en el estómago y, cuando se inclinó hacia delante, le atizó con el izquierdo en la mandíbula. Cayó de espaldas y rodó por el suelo.

—Kim —masculló, limpiándose la sangre de la boca mientras se ponía de pie. 

Namjoon sonrió con maldad.

—Te dije que lo hicieras bien, porque si no volvería a por ti.

—Y eso debería darme miedo. ¿Qué piensas hacer? Soy intocable, pendejo.

Namjoon entornó los ojos y borró la sonrisa de su cara.

—Voy a matarte.

Hoseok reaccionó al oír sus palabras. No eran una simple amenaza, sino una sentencia. Lo vio en su cara. Había ido allí a liquidarlo con la determinación del que ya no tiene nada que perder. Se abalanzó sobre él y logró dar el primer golpe. Los dientes rechinaron dentro de la boca de Namjoon y paladeó el sabor de su propia sangre. El segundo y último golpe le machacó las costillas. El dolor lo estremeció de arriba abajo. Joder, aún estaba débil; pero eso nunca lo había detenido. Cerró los puños y devolvió el golpe, y sin darle tiempo a recuperarse, volvió a sacudirle. Lo atacó con saña. Sus puños se estrellaban una vez tras otra en su cara ensangrentada. Un golpe a la cara, otro a las costillas, sin descanso.

Hoseok dejó de atacar. Apenas se tenía en pie y movía los brazos sin parar para protegerse. Todo acabó cuando Namjoon estrelló la rodilla contra su cara. Cayó al suelo con un ruido sordo y la cara cubierta de sangre. Su respiración era irregular, jadeaba como si se estuviera asfixiando. Namjoon lo contempló desde arriba con desprecio.

—Creí que ibas a matarme —susurró Hoseok. Sonrió mostrando los dientes manchados de rojo.

—Y voy a hacerlo —respondió Namjoon. Se agachó y lo cogió de un hombro. Lo giró hasta colocarlo boca abajo con la cara en la tierra. Le ató las manos y lo amordazó. Después lo arrastró al lado de Jungkook y Jin. Se agachó para hablarle al oído—. Pero primero quiero ver si un hijo de puta como tú sabe volar.

Limits- KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora