28

60 5 1
                                    

Me encanta este coche! —exclamó Paulina con un chillido.

Paró el motor del Mustang y se bajó pegando saltitos.

Namjoon la siguió, dando gracias al cielo de tener por fin los pies en el suelo. Aún le temblaban las piernas.

—A mí me encanta cómo has adelantado a ese camión a ciento veinte y sin mirar, y cómo el motorista que venía de frente casi se muere de un infarto —dijo en tono sarcástico, mientras cerraba la puerta con más fuerza de la que pretendía—. Te juro que me has quitado cinco años de vida.

—Exagerado —replicó ella con los ojos en blanco.

Namjoon la miró, y extendió la mano con la palma hacia arriba.

—No te acostumbres a salirte con la tuya. Puedo volverme inmune a esos ojitos. Anda, dame las llaves —le pidió. Paulina frunció los labios con un mohín.

—¿Qué llaves? ¿No serán estas? —preguntó de forma coqueta.

Las agitó, sosteniéndolas con las puntas de los dedos, y dio un paso atrás, y después otro, alejándose de él mientras sonreía con malicia.

Los ojos de Namjoon brillaron y su expresión se volvió hambrienta. Era como si la chica supiera qué hacer, qué decir o cómo moverse en cada momento para acaparar su atención. Como si en el mundo no existiera nadie más salvo ella.

—Sí, esas llaves. No volverás a manejar el coche hasta que te enseñe a conducir.

Paulina dio un respingo, como si un látigo la hubiera azotado. Tomó nota mental de otra de las ideas primitivas que pensaba eliminar del cerebro de Namjoon. No solo eliminarla, la extirparía con cirugía si la obligaba.

—¡Ya sé conducir! —le espetó, y le puso mala cara.

—No, no sabes. Tú simplemente aceleras, giras y frenas. Eso lo hace cualquiera —le espetó sin cortarse—. Dame las llaves.

Namjoon no era de los que adornaban los hechos para que los demás se sintieran bien, y tampoco iba a hacerlo con ella. ¿Por qué iba a decirle que conducía bien si era un peligro de metro sesenta con ojos bonitos? ¿Por eso, porque tenía los ojos bonitos y le disparaba el pulso? Ni de pedo. Paulina se enderezó de golpe y se puso colorada.

—No. Ahora sí que no pienso dártelas —lo retó, cruzándose de brazos.

—Pau. —Namjoon entornó los ojos y un destello amenazante los iluminó.

—Namjoon. —Lo imitó ella, sin dejarse amedrentar.

Namjoon se rió entre dientes y echó la cabeza hacia atrás, derrotado. Cuando volvió a mirarla su expresión era divertida. La contempló de arriba abajo. Se fijó en sus labios entreabiertos y rosados sin necesidad de ese brillo que solía ponerse. Lo volvían loco.

—Okey, quédatelas, pero a cambio quiero un beso.

Paulina se estremeció de pies a cabeza y su corazón se paró un segundo antes de volver a latir desbocado. Tragó saliva y esbozó una sonrisa de suficiencia con la que trató de disimular que ciertas partes de su cuerpo reaccionaban como nunca antes lo habían hecho al tono exigente de su voz.

—¿Un beso?

—Sí —respondió Namjoon, mientras se acercaba lentamente a ella. Miró a su alrededor, evaluando el entorno y a las personas que iban de un lado a otro y que les observaban al pasar por su lado—. Pero tiene que ser un buen beso, uno muy bueno.

Paulina también miró a su alrededor. Vio a dos compañeras de clase paseando, y a la hija de su dentista saliendo de una tienda de dulces al otro lado de la calle. Hizo inventario de sus sentimientos. No se sentía incómoda ni cohibida. Namjoon era su... ¿novio? Subiría el Himalaya para besarlo en la cima si se lo pidiera. Esbozó una sonrisa coqueta.

Limits- KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora