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Salió a la calle, buscándolo con la mirada desesperada. Se encaminó al lugar donde había visto aparcada la camioneta de Yoongi, rezando para que aún estuvieran por allí.

No había recorrido ni media manzana, cuando vio pasar la camioneta a toda velocidad. Yoongi conducía y Kina iba a su lado, pero no Namjoon. Se le aceleró la respiración y echó a correr. ¿Iría andando?

Doscientos metros más adelante vio una figura que se alejaba rápido. Lo reconoció a pesar de la distancia y la penumbra. Lo habría hecho en cualquier parte. Apretó el paso mientras sus zapatos resonaban contra la acera. Él caminaba deprisa, con las manos en los bolsillos y la cabeza hundida, como si le colgara de los hombros.

—¡Namjoon!

Él se detuvo un instante y miró hacia atrás. Al verla sacudió la cabeza y continuó caminando sin inmutarse.

—¡Namjoon! Por favor, habla conmigo —gritó.

Logró darle alcance y lo sujetó por la muñeca para que se detuviera. Él se zafó con un tirón de su brazo, y la fulminó con la mirada. Una mirada que destilaba rabia. La contempló de arriba abajo como si no la conociera. Sacudió la cabeza.

—Por favor, habla conmigo —insistió Paulina. Le faltaba el aire e inspiró hondo tratando de calmar la respiración y los latidos de su corazón.

Namjoon dijo que no con la cabeza. Resoplaba con los puños apretados.

—Por favor.

Él la miró y permaneció en esa posición durante unos segundos dolorosamente largos. Apretó la mandíbula y volvió a negar con la cabeza. El calor de sus ojos cuando

la miraba, había dado paso a una frialdad tan gélida como una noche de lluvia en invierno. De repente avanzó un paso hacia ella, furibundo.

—Okey —masculló, y la apuntó con el dedo—. ¿Sabes qué? ¡Que te jodan, Pau! —le gritó—. ¡Que te jodan, nena! ¡Tú empezaste todo esto, no yo!

Paulina se mordió el labio inferior para no echarse a llorar. Estaba furioso.

—Namjoon, por favor —suplicó. Alargó las manos y trató de acunarle el rostro.

Namjoon se apartó como si su tacto quemara. No quería que lo tocara, ni siquiera tenerla cerca. Un sinfín de emociones se sucedían a través de su cuerpo: odio, culpa, dolor..., incluso deseo. Ni en un momento como aquel era capaz de mantener a raya la necesidad que despertaba en él. —No me toques —replicó con ojos centelleantes.

Paulina se sentía fatal. Tragó saliva bajo su intensa mirada y comenzó a temblar.

—Por favor, escúchame. Lo siento mucho, lo siento —rogó con lágrimas en los ojos.

—Lárgate por donde has venido. No quiero verte —dijo él articulando cada palabra con una furia desmesurada. Se sentía como una bomba a punto de explotar. Paulina negó con la cabeza. No pensaba marcharse, esta vez no iba a huir.

—Lo siento. Creí que podría... —insistió. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

La expresión de Namjoon se ensombreció y su mandíbula se tensó.

—En el fondo no eres diferente a todos esos imbéciles. Lo único que te importa de verdad son las apariencias. Eres capaz de sacrificarte a ti misma solo para parecerte a la muñeca perfecta y rota que todos esperan que seas. ¡Me das pena! —le espetó, y sus ojos centellearon al cruzarse con los de ella. En ese momento la odiaba de verdad, porque su desprecio le había hecho darse cuenta de que sentía por ella mucho más de lo que imaginaba y estaba dispuesto a admitir. Apretó los puños y la mandíbula, tratando de contenerse.

Limits- KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora