Capitulo XXII

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Estar alejada de ellos es raro. Incluso, mantengo mi distancia del Sepulturero. Al menos tengo la televisión para mi solita y aunque ellos lleven horas hablando de no sé qué cosas, estoy a gusto conmigo misma. Da gracia repetir la frase "Estoy con unos demonios. ¿Puedes creerlo, Aileen?" NO. Afortunadamente ya no estoy tan asustada como antes.

— ¡Deja de decir estupideces!—exclama Ciel.

Me sobresalto y me alejo al otro lado del sofá. En ese mismo momento, llega Grell corriendo y azotando la puerta de forma escandalosa, parecido a una mujer asustada por ver a un ratón.

— ¡Sepulturero, Ciel, Sebas-chan!—Grita más fuerte.

Lo miro con atención; Grell parece realmente preocupado y por primera vez lo veo sudar como un cerdo.

— ¿Qué pasa?—cuestiona Ciel, sentándose en una de las camas.

—Primeramente—toma una bocanada de aire—. Sepulturero, saquearon tu negocio, casi destruyéndolo, y lo peor, a un Shinigami lo lastimaron y asegura él mismo que el ángel lo hizo.

Mis ojos se abren de par en par.

—Esto se salió de control—Grell se muerde las mangas de su abrigo.

—Tenemos que ir, Sebastian. Organiza todo. Grell, tú encárgate de llevarnos hasta el Shinigami herido.

El Sepulturero tiene un aura oscura, la sonrisa que suele tener no está presente y simple y sencillamente, sale de la habitación sin decir más, abriendo nuevamente la puerta de un fuerte golpe. Debe estar muy afectado.

— ¿Quién cuidará a la mocosa?—bufa Grell rodando los ojos.

La mirada de Ciel y Sebastian se enfocan en mí.

Disimulo estar viendo el televisor.

—Podemos dejarla sola—propone Sebastian—. No creo que quiera meterse en problemas de aquí en adelante.

Unos pasos se escuchan hacia acá. El televisor se apaga y una mano me jala de mi suéter de lana, llamando mi atención. Ciel me observa serio (como siempre).

— ¿Quieres quedarte aquí?

Lo pienso momentáneamente; ¿qué tendría de malo quedarme sola? Seguir a los demonios podría traerme problemas—además de que siempre que vamos por la calle, no puedo seguir su paso constante—.

—Si...

— ¿Prometes no salir para nada?

—Lo prometo.

Del interior de su saco saca un pequeño cuchillo. Sin dudarlo, me lo entrega.

—Toma. Para tu protección.

Lo recibo con temor y lo guardo en uno de mis bolsillos de mi vestido.

—Si te sales te meterás en muchos problemas—me golpetea el hombro con su dedo índice.

La escena me da gracia, parece un niño abusivo pero solo está tratando de cuidarme.

Sebastian es el último en salir, pero antes de que se marche, nuestras miradas se cruzan; sus ojos casi a punto de volverse rojos. En cuanto escucho que la puerta se cierra completamente, me levanto de golpe sonriendo para mis adentros debido a que ahora toda la habitación esta sola para mí. Siento cierta libertad. Salto en las camas, sin que nadie me regañe. ¿Por qué los adultos les molesta que saltemos en las camas? ¿Ciel será adulto...? Caigo sentada sobre el colchón con esa pregunta floreciendo en mis pensamientos.

Kuroshitsuji: Vitam et MortemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora