Capitulo XXVII

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Awwwwwww!!!! >u< como adoro sus comentarios y gracias a eso, le dejo nuevo capitulo :3!!!! Gracias chicas :D




Algo me ha caído en mi rostro. Siento el viento pegándome fuerte, imposibilitándome poder abrir los ojos. Estoy envuelta en una especie de edredón, manteniéndome calientita y cómoda. Cuando el viento deja de ser violento, lentamente abro los ojos identificándome con lo que me rodea. Lo primero que veo son las copas de los árboles con los rayos de sol atravesándolos. Quedo perpleja. Estoy en el bosque y alguien me carga. Ese alguien es Sebastian y luce totalmente sereno.

— ¡¿En donde estamos?!—Grito asustada.

—En camino a tu aldea—me responde la voz de Ciel.

Una sonrisa rápida se cruza por mi cara, pero al instante quedo confundida.

— ¿A qué se supone qué vamos?—vuelvo a cuestionar con el hilo de voz agudo.

—Vamos a la montaña. Especificamente, la cueva prohibida.

Aprieto mis labios y abro los ojos como platos. Ya estoy preparada para que me llamen "niña pánico". Me muevo bruscamente esperando zafarme de lo que me envuelve. ¡Soy un gusano!

— ¡No quiero ir!—Replico con voz un tanto temerosa—. Pueden ir ustedes, yo puedo quedarme en casa de la Vieja Marie...

—No estás en posición de negarte—me sonríe de forma sarcástica.

Gruño varias veces como si fuera un gato molesto; doy varias pataletas y en una de esas, logro golpear a Sebastian justo en el abdomen. Él me suelta dejándome caer sobre el duro pasto (y entre algunas piedras) Me deshago de los edredones y gateo hacia un arbusto cercano. Mis manos vendadas ya no duelen, pero se han cubierto de yerbas y tierra.

—Aileen, no hagas esto más difícil—espeta Ciel.

—Saben que me da miedo ese lugar.

—Si haces esto—Ciel disminuye su hilo de voz—, pronto volverás a encontrarte con tu hermana.

Camino hacia el tronco de un árbol al oírlo, quedo pensativa de sus palabras. Sé que ya no estamos lejos de la aldea y aunque me siguiera negando a ir, ellos me obligaran. Los visualizo aun escondida por el tronco.

— ¿Creen encontrar ese supuesto libro?—pregunto temerosa.

—Eso esperamos—responde el mayordomo.

Las hojas de los árboles caen con tranquilidad creando un ambiente relajante. Sí digo que sí, no tendré ninguna marcha atrás.

—Está bien—digo con resignación.

Antes de regresar a su lado recojo los edredones que me cubrían y se los entrego de forma educada a Sebastian. En cuanto los recibe, los mira por unos momentos y los lanza a un lado como sí nada. Quedo boquiabierta viendo cómo avanza dejándonos a mí y a Ciel. Regreso a su lado levantando ambas manos en señal de rendirme ante cualquier orden. Ellos caminan unos cuantos metros más delante de mí, dándome ese espacio que necesito desde hace mucho. El camino ya no es mucho, comienzo a visualizar mejor las primeras casas semidestruidas. Como era de esperarse el lugar ya me trae escalofríos. Un pequeño pueblo fantasma destruido y deshabitado sin motivo aparente. El cielo que está encima de nuestras cabezas está completamente despejado, azul profundo. Sí los habitantes de la aldea siguieran aquí, este sería un día perfecto.

Observo las cosas tiradas: intactas como la última vez que venimos. La única casa que sigue en pie continua siendo la de la Vieja Marie.

—Bien, no hay que perder tiempo—Ciel me toma por la mano para arrastrarme camino a la montaña.

Kuroshitsuji: Vitam et MortemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora