Capitulo IV

5.2K 417 107
                                    

No se escucha nada más en ésta habitación; sólo mi respiración un poco agitada. Mi pantalón sigue estando húmedo por la sangre, y cada vez aumenta el dolor.

Me siento en el borde de la pequeña cama para descansar.

¿Por qué rayos tengo un comportamiento tan sumiso hacia ellos? ¿Podré escapar de aquí? Me quito el pedazo de tela de mi pierna y me encuentro decidida a abrir la ventana. Julianne necesita de mi ayuda y no me quedaré con estos tipos que son más raros que la Vieja Marie NO contando desgracias.

Trato de abrirla, pero está muy atascada. Por fuera se detiene un pequeño pájaro, éste, se pone a cantar, pero no logro escucharlo. De un segundo a otro, algo lo hace volar muy asustado.

Quiero salir de aquí, por favor.

Mi mano hace un pequeño círculo en el vidrio. Estoy aburrida y hambrienta. Froto mi estomago como si en realidad así pudiera quitarme la sensación de vacio. No creo que haya algo aquí adentro que pueda comer. Me dedico a mirar a mi alrededor y ahogo un grito al ver a Sebastian en el umbral de la puerta.

          —El joven Amo desea hablar con usted.

Asiento varias veces, temblando.

          —Ahora salgo.

Se marcha sin cerrar la puerta.

¿Cuánto tiempo habrá pasado? Me quede dormida en la cama y ahora afuera todo reluce con los rayos del sol. Reflexionándolo ahora, Ciel es un poco joven para tener un mayordomo propio, además, ¿tener un mayordomo para una simple cabaña poco amueblada?

Salgo temerosa; tal vez estén planeando algo contra mí. Me abrazo a mi misma con tal de sentir algo de protección propia. Ciel se encuentra de pie, frente a una de las ventanas, pero en cuanto llego, se gira con una expresión gélida y sin saber exactamente qué estado de ánimo trae consigo.

          —Toma asiento—apunta con su barbilla a una silla detrás de mí.

Hago lo que me pide. Golpea dos veces su bastón contra el suelo y se deja caer contra su sillón favorito—lo relaciono así porque no lo he visto sentarse en otro—. Sebastian llega a su lado y ambos me observan detenidamente, como sí hubiera hecho algo malo.

          — ¿Estás confundida del porqué estas aquí, cierto?—comienza Ciel.

Entrelazo mis manos y observo sus pies.

          —Creo que... Estoy confundida con respecto a lo sucedido en la aldea en donde vivía.

Inclina un poco su cabeza de lado para sostenerla con su mano.

          —Pareciera que no tienes miedo.

Mi pierna se comprime de dolor.

          —Bueno, tu mayordomo, Sebastian me salvó. De alguna forma no logro comprender cómo me encontró.

Sonríe ligeramente.

          —Eres una chica curiosa. Pones mucha atención a lo que sucede a tu alrededor. ¿Cuántos años tienes?—la sonrisa que tenia se borra de su rostro.

          —Trece.

Sebastian se inclina para susurrarle algo.

          —Te ves un poco más pequeña.

Me recargo bien contra el respaldo de la silla y al momento la madera cruje y se quiebra haciéndome caer.

          —Sebastian...—le empieza a ordenar algo, pero levanto la mano interrumpiéndolo.

Kuroshitsuji: Vitam et MortemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora