Capitulo XX

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Aileen salió del baño botando una pequeña pelota, atrapándola con gran facilidad y destreza. Ciel la observaba con atención; su vestido desgarrado se notaba a simple vista y a ella no parecía importarle. Sebastian se acercó con un plato de pay de chocolate para entregárselo a la pequeña, ésta, de inmediato lo aceptó y lo comió rápidamente, como todo una hambrienta.

—Muchas gracias, Sebastian—le sonrió de forma tierna.

Ciel detestó aquel gesto; no significaba que odiará a Aileen, pero seguía preguntándose cómo era posible que tuviera una actitud tan pura a unos seres... como ellos. Era posible que jamás le dijeran que ellos eran unos demonios, pero con los Shinigamis y el entrometido de William T. Spears había muchos riesgos.

Cada bocado que daba era grande e imposible de creer que una niña comería en grandes porciones. No sonreía. Su vista estaba fija en el plato. Cuando terminó, continuo jugando con la pelota encontrada en el baño; cada movimiento que hacia eran analizados por Ciel y Sebastian.

En esos minutos del entretenido juego de Aileen, la pelota rebotó en una de las paredes yendo directo contra la cabeza del Sepulturero, quien leía el cuaderno de la Vieja Marie pero que, por tal distracción su sonrisa se ensanchó el doble y empezó a reír. Se puso de pie para ir hasta Aileen y tomarla en brazos para abrazarla mientras soltaba sus carcajadas. Ella se encontraba asustada y fastidiada por tal actitud del Sepulturero.

— ¡Suéltame!—gritaba mientras pataleaba.

Aquella escena le pareció graciosa a Ciel, solo por unos segundos. Se puso a pensar sobre el Sepulturero. Jamás habría imaginado que su forma de ser cambiará... y sobre todo, gracias a que conoció a esa niña.

"Cuando volvimos a estar presentes en su establecimiento, creí que pediría su común requerimiento: hacerlo morir de la risa, pero no, prefirió un mechón de cabello de Aileen. O cuando la obligó a contarme un chiste... solo para que yo riera. No entiendo nada aun. ¿Qué pasa? ¿Un shinigami legendario cautivado por una niña? Es como si la adorara..."

La mantenía entre sus brazos arrullándola como si se tratara de un bebé indefenso. Aileen ya se había tranquilizado y parecía quedarse dormida en cualquier momento.

Ciel se dirigió hacia la cocina en donde se encontraba su mayordomo limpiando los platos que había utilizado. Sebastian lo miró a través de su hombro y le dedico una falsa sonrisa.

— ¿Podría recomendarle algo, Joven Amo?—limpió sus manos y se acercó.

— ¿Qué? —contestó de mala gana Ciel.

—Debería llevar a la señorita Aileen al parque.

Ciel de inmediato frunció el ceño.

—Mientras ella no esté enfrente de nosotros no deberías llamarla así—suspiro cansado—. ¿Y qué te hace pensar que debería llevarla al parque?

—Porque..., usted no aparenta ser un niño común de trece años. Esa niña no debe tener ninguna confianza estable aun, gracias a su actitud.

—Por favor—replicó al momento de que su ojo se puso momentáneamente rojo—. No es tan importante la confianza que tenga.

El rostro de Sebastian cada vez más quedaba cerca de la de Ciel, posiblemente trataba de intimidarlo y eso molestaba al demonio de pequeña estatura.

—Piense en esto; sí ese maldito ángel regresara y le diera a la mocosa la opción de irse con él prometiendo llevarla hasta con su hermana o la opción de quedarse con un par que aparentan ser un conde y un mayordomo en donde la ignoran a su conveniencia.

"Maldito", pensó Ciel tras razonarlo en pocos segundos. "Lo más probable es que esa mocosa si se largue con él..."

—Ella está lo suficientemente aburrida, ya se ha quedado dormida en los brazos del Sepulturero—apuntó Sebastian con su barbilla.

Kuroshitsuji: Vitam et MortemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora