Capitulo I

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Lo primero que veo al estar recostada sobre el suave y fresco pasto, son las luces intermitentes de diferentes colores acercándose a la pequeña aldea en donde vivo. Llega a mi cabeza la loca idea de que puede tratarse de la policía, pero los colores que resplandecen son tan fuertes y hermosos, haciéndome cambiar de idea. Vuelvo mi vista al cielo estrellado en su totalidad. Un cometa pasa rápidamente al mismo tiempo que se escucha un estruendo grave. Algo se ha destruido.

     Me levanto de golpe, limpiándome los restos de yerba que quedaron pegados en mi ropa. Empiezo a correr hacia allá. Escucho gritos. Mi corazón se desboca agitándose por el miedo. Las personas pasan corriendo a mi lado, desesperadas por escapar de algo.

         — ¡Julianne! ¡En dónde estás! —Llamo a mi hermana desesperada.

La aldea se ve envuelta en fuego, comenzando a arder. 

         — ¡Julianne! —Grito de nuevo.

     A mí alrededor se mueven sombras muy rápidas. Corro hacia la pequeña casa en donde vivíamos, pero me la encuentro totalmente destruida. No veo a nadie más, el humo se esparce rápidamente ahogándome poco a poco. 

     La vieja Marie viene hacia mí con cara de espanto y pálida, pero antes de que pueda llegar, una gran barrera de humo la cubre desapareciéndola ante mis ojos.

          — ¡MARIE! —grito desesperada.

     Una sombra pasa a mi lado tirándome fuertemente al suelo. Un montón de tierra me cubre, la garganta se me cierra y siento la peor sensación de sofocación que nunca antes habría tenido. No veo a nadie, solo gritos que llegan a apagarse en segundos.

          — ¡Vaya! Alguien como tú se encuentra sola...

     Gateo por la tierra con la esperanza de llegar al árbol donde solía trepar junto con mi hermana. Me raspo una de mis piernas con una piedra filosa, pero eso no me impide que no quiera continuar. De pronto, alguien pisa mi pierna fuertemente, sobresaltándome del susto y deteniéndome.

          —No irás a ninguna parte.

     Volteo a ver detrás de mí. Veo una sombra azul grisácea y una sonrisa bastante grande de dientes afilados. Su pie se apoya más en mi pierna, lastimándome.

          — ¡AHH!

          —Oh, sí, pobrecilla, el dolor que sientes ahora no es nada...

     Lloro, las lágrimas se desbordan por mis mejillas, trato de alejarme pero me es imposible. Cuando por fin puedo verle la cara quedo impactada al ver que es un hombre común con grandes ojos amarillos a punto de volverse dorados. Me sonríe perversamente, saca su mano del interior de su abrigo para acercarla a mi rostro.

          — ¡Aléjate! —tomo una piedra y se la arrojo al rostro.

     La esquiva fácilmente y continua con su mano acercándose.

          —Tranquila, después de esto no recordarás nada.

     Cierro los ojos y al momento de pensar que su mano ya está lo suficientemente cerca, el peso que había en mi pierna desaparece y más gritos de agonía se oyen alrededor. Me hago un ovillo en la tierra abrazándome a mis piernas. El viento se mueve bruscamente. Más gritos. Niños llorando. Una casa cayendo... Pasos delicados y constantes. No abro los ojos, quiero que todo esto solo sea un mal sueño...


Kuroshitsuji: Vitam et MortemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora