Capitulo XIV

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El pasillo es infinitamente rojo, con poca iluminación y muy misterioso. Dos chicas van a mis lados, ambas, tomándome fuertemente por los brazos para que no pueda y ni intente escapar. Empiezo a ver una luz clara más potente y voces más cercanas. En cuanto llegamos, las chicas me quitan el abrigo que me cubría para dejarme en la atrevida ropa que me dieron: ropa interior—eso creo—, con telas traslucidas en color rosa que bajan desde mi costado superior hasta mi cintura. Llevo unas bragas y sostén de color negro y obligatoriamente debo llevar en mi cuello una gargantilla de enorme moño rosa. Al igual en mi cabeza. Mi dignidad ha sido enterrada diez metros bajo tierra, estoy prácticamente expuesta a cualquier tipo de miradas. La mano de Max me jala hacia afuera de un salón gigantesco repleto de hombres vestidos de traje. Algunos cuantos llevan mascara. Las exclamaciones no se hacen esperar en cuanto logran verme.

—Lo sé, lo sé, una novedad para todos. Ésta pequeña está dispuesta a satisfacerlos como ustedes deseen. Parece pequeña, pero lo que importa aquí es que tengan un buen rato. Muchos de ustedes habían exigido este tipo de servicio, ¿no?

Me empuja un poco para que camine más adelante.

 —Pueden nombrarla como quieran. El inicio de la subasta sube a más de quinientas mil libras debido a que sigue siendo pura y casta... Sí ganan ésta subasta—me obliga a levantar un poco el rostro—, podrán admirar sus grandes y poco comunes ojos. Uno marrón y el otro verde. ¿No es adorable? Apuesto que muchos ya están emocionados por esto, pues caballeros es momento de iniciar la tan esperada subasta.

Los hombres se susurran entre ellos, algunos son muy jóvenes, otros demasiado viejos. La mayoría llevan copas de vino tinto. Con razón huele a mucho alcohol en el ambiente. Algunos parecen incómodos con mi presencia, pero son muy pocos.

— ¡Comienzo con seiscientos mil!—Grita alguien.

Algunos ríen, otros me miran raro. Bajo la mirada al piso con tal de superar esto.

— ¡Seiscientos mil quinientos!

Max me vuelve a empujar para que quede en medio.

— ¡Levanta la mirada preciosa!

Vete a la mierda, quienquiera que lo haya gritado. Váyanse todos al infierno, ojalá se mueran ahora mismo.

— ¡Un millón!—Grita un hombre rubio.

La luz me lastima, tengo frío y mis rodillas amenazan con doblegarse  para hacerme caer.

—Dos millones, Max—grita un hombre gordo de gran bigote.

Vuelven a susurrarse cosas entre ellos; silban, otros exclaman groserías por la última subasta. Me siento como si el mismo infierno quisiera vengarse de mí. Keller, del otro lado del salón permanece serio con los brazos cruzados. Sí continuo más tiempo aquí, tendré un ataque de escalofríos.

— ¿Nadie más...? Bueno, la oferta de dos millones a la una, dos millones a las dos...

De pronto el silencio profundo nos envuelve.

—Tres y medio millones—oferta alguien más.

No me atrevo a ver de quién se trata; el mismo tipo que ofertó los dos millones se ríe fuerte y pone otros quinientos mil a su favor. Max se coloca detrás de mi poniendo sus manos en mis hombros.

—Cinco millones...

Posiblemente mis ojos ya capten una mala visión pero juro por todos los cielos que estoy viendo a Sebastian enfrente y es él quien ha dado la última oferta. Su peinado es distinto, ¡pero es él! Con un traje más elegante y unos lentes para disimular.

—Cinco millones a la una, cinco millones a las dos, cinco millones a las tres. ¡Vendida por cinco millones de libras!

Sebastian sonríe satisfactoriamente y camina hacia acá. ¡Qué vergüenza! Max me ayuda a bajar del escenario.

Kuroshitsuji: Vitam et MortemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora