Capitulo V

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La luz de la luna entra por la ventana que nunca pude abrir y sí tengo derecho a quejare sobre algo en éste preciso momento es que ya no tenga ni almohada ni sabanas con las cuales cubrirme del frio que me está llegando. ¿También debería quejarme de la ropa? Llevo una falda tipo campana, bastante larga con una blusa común y corriente de algodón. Lo único que conservo mío son mis zapatos.

Afuera de la habitación ya no se oyen ruidos y creo que cada quien ya se han ido a dormir en su recamara. Un miedo creciente en mi pecho no me deja dormir. "Escapa", me dice una voz interna en mi cabeza. "¡Escapa!" El aullido de un lobo me hace levantarme de golpe directo a la ventana para tratar de abrirla. No tengo ni una pizca de fuerza para poder moverla un poco. Me siento en el piso en señal de rendición y me pongo a pensar.

Ventana atascada, puerta posiblemente... abierta. Pego mi oído a la puerta de la habitación en donde me encuentro para tratar de oír algo.

Solo hay un silencio profundo y atemorizante. Giro el picaporte con muchísimo cuidado y milagrosamente la puerta abre sin hacer algún rechinido que pueda meterme en problemas. El pasillo da bastante miedo, está totalmente oscuro. Me guio tocando las paredes a mis lados, cuando éstas se acaban tengo la ventaja de la luz de la luna, resaltando en la sala. Contengo la respiración mientras abro la puerta principal; se atora un poco poniéndome los pelos de punta. Aplico un poco más de fuerza y sin esperármelo, se abre de golpe haciendo mucho ruido y golpeándose contra la pared. Por instinto, me levanto del piso corriendo al exterior.

No me atrevo a mirar hacia atrás, no me importa cuánto dolor le pueda aplicar a mi pierna, debo de escapar lo más lejos posible de ahí. Me adentro en el bosque, apenas pudiendo esquivar con muchísimo cuidado los arboles que están a mi paso. Me detengo a descansar escondida detrás de un tronco. El sonido de los grillos, el aullido de otro lobo, mi oído se agudiza a todo, incluso el sonido de mi sangre bombeando.

Cuando estoy lo suficientemente recuperada, sigo corriendo adentrándome en lo que parece un bosque infinito. Los arboles pasan a mis lados como manchas borrosas entre la oscuridad y la luz. Paso a una zona poco cubierta entre el bosque y sonrío para mis adentros al visualizar luz de una fogata a lo lejos. Empiezo a cojear por culpa de mi pierna, y al momento, una sombra pasa por mi lado derecho y otra por mi lado izquierdo.

Un sudor frio recorre mi espalda como una fuerte daga atravesándose en mi columna. De pronto, tropiezo en una bajada que da a un pequeño rio. Por poco aterrizo con mi rostro, pero logro sostenerme con mis manos.

          — ¿Acaso querías que los lobos te comieran?—la voz de Ciel suena cercana y bastante enojada.

          — ¡Déjenme en paz!

Estoy en una crisis de desesperación.

          —No lo haremos—responde Sebastian.

Ambos salen entre las sombras de los arboles como si fueran a cazarme. Sebastian me toma por la ropa, levantándome y yo aparentando ser una pequeña rata. Me mantiene suspendida en el aire por su mano, hasta que llega Ciel.

          — ¿Quieres un motivo más del porque no confiamos en ti?

La cabeza me da vueltas hasta que todo se vuelve oscuridad para mis ojos.



****

No puedo abrir los ojos, oigo el agua corriendo cerca y las aves volando. Mi vista se cegada por una fuerte luz al mismo tiempo de que Julianne viene hacia acá; sus ojos marrones no tienen ese brillo común que transmitía su alegría, son apagados, perdidos... De pronto cae en un charco de sangre, llorando y aunque quiera caminar, no puede por falta del apoyo de su equipo ortopédico. Mi mano trata de acercarse pero se desvanece ante mí y lo único que logro mirar antes de gritar son un par de ojos carmín desafiantes.

Kuroshitsuji: Vitam et MortemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora