El claxon de un auto me hace mirar hacia enfrente en donde una gran fila de autos tratan de avanzar por el tráfico en el puente de la Torre de Londres. Me siento pequeñita en este lugar.
—Tres de la tarde, al menos no hemos perdido más tiempo—dice Ciel soltando un largo suspiro de cansancio.
— ¿Qué se supone que haremos en Londres?—Mi pregunta lo hace reír de forma extraña.
—Investigar. Poco a poco estarás descubriendo cosas que no imaginabas.
No debo asustarme. Ciel tiene una forma rara de expresarse, quiere intimidarme, pero no lo logrará. En sus sueños, si él lo quiere así. Si de esa forma trata de deshacerse de mí, no tengo problema, podre regresar a mi aldea y buscar a Julianne.
—Londres ha cambiado—digo mirando a todos lados a la vez.
—Lo sé. Es más grande, pero más sucio.
—Los monumentos se han mantenido—comienza Sebastian—; este lugar me trae tantos recuerdos.
—Cállate—lo reprende Ciel con voz áspera—, el Londres del pasado no tiene nada que ver con la actualidad.
En la boca de Sebastian se curvea una ligera sonrisa. Mi estomago comienza a molestarme con el hambre. Vamos, tengo algo que devorar, algo que sea tan exquisito como lo que comiste ayer con la especialidad del mayordomo guapo. Bien, puedo soportar una hora más, o al menos eso espero.
—El Sepulturero ha cambiado su dirección desde hace algunos años, joven Amo. Tendremos que dejar el auto para poder buscar el establecimiento.
¿Se-pul-tu-re-ro?
— ¿Alguien murió?—pregunto de forma atropellada.
Nadie me responde. Claro, soy una simple niña que solo sigue sus ordenes cuando es necesario para ellos. Un claxon vuelve a escucharse, sobresaltándome de peor forma que nunca antes.
Londres me provoca escalofríos, los recuerdos que amenazan con volver a mis pensamientos, los desaparezco rápidamente con tal de no lastimarme a mí misma. Londres es un abismo de sentimientos rotos.
Sebastian aparca el auto en la acera que da a un parque cercano, llamado Swedenborg Gardens, según la placa que indica hacia dónde ir. Ellos bajan mientras yo aun dudo si es buena idea estar en esta ciudad. Ambos me miran desde afuera esperando a que baje.
— ¿Piensas quedarte todo el tiempo en el auto? No tenemos tiempo, Sebastian, encárgate de ella.
Me pongo en alerta y yo misma abro la puerta sin ayuda de nadie. No quiero que me vuelva a cargar como una pequeña rata.
En cuanto el aire Londinense penetra en mis orificios nasales, el miedo se hace más grande en mi. Tropiezo con mi propio pie, pero Sebastian logra tomarme en brazos. Su mirada hace que mi respiración se corte unos segundos.
—Tranquila, señorita, está con nosotros.
Ese no es el problema, todo lo que nos rodea es el problema. El mayordomo camina detrás de mí y Ciel adelante, creando una especie de barrera para que no me vaya a escapar. Apenas puedo avanzar, Ciel camina lento, elegante y con la espalda bien recta. Debió crecer en una familia bien refinada. Su estatura es casi del tamaño de la mía, unos cuantos centímetros más alto. La ropa le queda a la media, está limpia, muy bien cuidada... Es bastante elegante. Mucho. Y se ve bien. En cambio yo, me siento una pordiosera con los zapatos que llevo. Debo agradecer a que al menos me dieron un poco de ropa decente.
Doblamos en la siguiente esquina... llena de personas. Un grupo de chicas vestidas de manera extraña, se acercan como una avalancha preguntando cosas sin sentido y excluyéndome del todo. Ellos continúan con su recorrido con otras chicas, y por desgracia, yo quedo en otro grupo.
ESTÁS LEYENDO
Kuroshitsuji: Vitam et Mortem
Hayran KurguUna aldea aislada de la ciudad de Londres fue destruida en su totalidad dejando como a única sobreviviente a una pequeña niña de 13 años llamada Aileen. Abandonada en la nada y sin saber exactamente que fue lo que ocurrió, se encuentra con un extrañ...