Capitulo XXXV

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"Después de conocerte, la primera vez... Descubrí los colores brillantes del mundo... y sentí el deseo de proteger algo. He encontrado una razón para luchar".



Sebastian acomodaba la corbata del traje de Ciel. Ambos totalmente de negro. Estaban preparándose para ir al entierro de la pequeña Aileen. El mayordomo se retiró por unos momentos para dejar a solas a su Amo.

Seguía sin creer su muerte.

"Tardaste bastante para que pudiera encontrar apetitosa tu alma, Aileen", se decía una y otra vez. Del bolsillo interior de su saco volvió a mirar una foto de Aileen encontrada en la aldea. Salía solo ella, sonriendo alegre al tener en manos una flor diente de león. El único recuerdo que guardaría Ciel de ella. Deseaba tanto también poder tener una fotografía de Elizabeth...

¿Por qué tenía que pasar por cosas tan crueles? Tal vez fuera un demonio, pero jamás tendría el pensamiento de hacerle el mal a cualquier que se le cruzara en el camino. ¿Por qué Aileen tuvo que terminar así? ¿Y sí ella siguiera aquí...?

—Bocchan, es hora de irnos.

Rápidamente guardó la fotografía.

—Eh, si claro.

El camino hacia el cementerio Kensal Green había sido silencioso. Sebastian no trató de entablar alguna conversación con Ciel, debido a su apariencia lúgubre. Ronald, Grell y Will también iban a ir a despedirse. Claro, algo inusual tratándose de una humana. ¿Tanto cariño le habían puesto cuando estaba viva? A cada uno de ellos les marcó algo en su vida. El Sepulturero los esperaba junto a una lápida entre el campo de flores del cementerio. La caja continuaba abierta dejando ver a una Aileen descansando con expresión tranquila. Llevaba un vestido negro de tirantes a juego con una blusa blanca de algodón. Como la blusa era de manga corta, se veía la operación que había hecho el Sepulturero para volver a unir su brazo. Una cicatriz grande.

— ¿Algunas palabras antes de cerrar la caja?—les preguntó el Sepulturero.

Ronald alzó la mano pidiendo la palabra. Todos clavaron su vista en él.

—No me juzguen con esto—se encogió de hombros mientras respiraba profundamente varias ocasiones—. Bueno Aileen, aunque no te conocí durante mucho tiempo sabía que tenías un gran corazón. Tal vez en donde quiera que estés te parecerá raro pero te echare mucho de menos.

Al acabar el viento soplo más fuerte, tirando algunas hojas secas de los árboles. El Sepulturero dio un paso adelante para hablar.

—Tardará mucho tiempo en que pueda encontrar otra persona igual a ti—fue lo único que dijo con una sencilla sonrisa.

Ciel bajó la mirada soportando que un montón de sentimientos encontrados lo invadían. Sebastian le puso una mano en el hombro como apoyo.

—Espero que estés en un mejor lugar—dijo Will.

Ciel le empezó a doler la garganta pero aun así, se dispuso a hablar.

—Aileen, yo... debo disculparme contigo, por todas esas veces que de alguna forma no pude apoyarte como es debido. Sé que desde el principio fue un error tenerte con nosotros, pero nunca olvidare las veces que, interiormente sonreía al escucharte. Perdón por no cumplir mi promesa de reencontrarte con tu hermana, no tenía idea de todos los errores que hizo ese ángel. Todo lo que pasamos juntos ahora serán recuerdos difíciles de borrar. Perdóname por no haber sido capaz de salvarte...

Ciel cayó de rodillas cubriéndose el rostro con ambas manos. Cada uno de los presentes sabían a lo que se refería con sus palabras: aunque fuera un demonio, él quiso que Aileen llevará una vida normal, ella era inocente de todo, ni siquiera los demonios podían considerarla una amenaza. Ella los hizo sentir esa vida humana.

Kuroshitsuji: Vitam et MortemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora