Capitulo XIX

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Sin abrir los ojos, toco mi frente en lo que se encuentra una toalla húmeda cubriéndome. Lo primero que visualizo es al Sepulturero haciendo una extraña mezcla en un envase de vidrio. Ni siquiera puedo describir de qué color es eso.

— ¿Qué es eso?—pregunto asqueada.

—Algo que te ayudará a sentirte mejor.

¡Ni loca pruebo eso! La boca se me ha secado, no sé si el olor que percibo ahora es el de esa cosa, pero es horrible.

— ¿En donde están Ciel y Sebastian?

—Arreglando un asunto.

"Qué especifico". Me recuesto nuevamente dejándome llevar por lo mal que me siento. Apenas puedo respirar y para mi grandiosa fortuna puedo oler "eso". Quiero volver a vomitar, ¡ayy!, ¡auxilio!

—Nosotros los Shinigamis solemos ser un poco problemáticos.

¿Eh? ¿Por qué saca eso ahora?

— ¿A qué te refieres con eso?—me cruzo de brazos.

Termina de batir su experimento y velozmente se acerca quedando a escasos centímetros de mi cara. El aroma es como una fuerte bofetada de asco.

— ¿Podrías alejar eso, por favor?—me cubro la boca y la nariz.

—Esto te ayudará mucho—toma una de mis manos para que yo misma sostenga el envase—. Regresando a la anterior pregunta pues..., los Shinigamis vigilan los movimientos que puedan hacer el conde Phantomhive y Sebastian. Tipos como ellos llegan a ser irritantes y de verdaderos problemas.

No entiendo a dónde quiere llegar con eso. ¿Será buen momento para hablar de las supuestas falsificaciones de identidad...? Bien, lo haré, si muero por hacerlo será de gran ayuda para calmar mis nervios.

— ¿Te refieres a las falsificaciones que hacen?

Su cara se torna confundida.

— ¿Falsificaciones?

Miro a mis lados poniéndome nerviosa. Tomo la toalla húmeda para refrescarme un poco la fiebre creciente en mi rostro.

—Bueno—me dejo caer en la almohada—. El día en que fuimos a investigar a la biblioteca... encontré unos periódicos procedentes de 1800 en donde hablaban de la muerte de un niño de trece años llamado exactamente igual Ciel Phantomhive.

Esboza una sonrisa torcida. Inmediatamente se echa a reír a carcajadas.

—Pequeña Aileen—habla entre gritos—. No debes preocuparte por eso. Solo son periódicos.

— ¡Qué solo son periódicos! ¡Pero es imposible que un niño siga vivo si dice que su muerte fue hace más de doscientos años!—digo exasperada.

Su enorme sonrisa me hace sentir rara.

—Aun eres tan inocente.

—Pero...

Lleva el envase de vidrio directo a mi boca obligándome a beber el líquido espeso de sabor desagradable. Cuando ya todo está en mi boca, trato de no escupirlo. En ese mismo momento llegan Ciel y Sebastian mirándome de forma desconcertada.

—Menos mal, ya despertó señorita Aileen.

No puedo mantener por más tiempo el líquido en mi boca, ¡quiero escupirlo ya!

—Oh, no, no—el Sepulturero me coloca la mano para evitar que haga un accidente asqueroso.

Cuando por fin lo trago, limpio mi lengua con las sabanas a mi alcance. ¡Qué asco! ¡¿Qué sabor era ese?! ¡PUAJ!

Kuroshitsuji: Vitam et MortemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora