Capítulo 2

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Los primeros días de clases fueron poco interesantes. Entre las presentaciones de los profesores (que eran los mismos año tras año), la entrega del horario y las evaluaciones diagnósticas. La Pianista misteriosa se convirtió en un viejo recuerdo del verano cuando, a las dos semanas, la escuela me absorbió por completo.

Mi amigo Nahuel me acribilló a preguntas tras reencontrarnos:

 - ¿Y como te fue campeón?¿Muchas minas? - fueron unas de las tantas preguntas. Sus raíces argentinas se diferenciaban más de lo habitual ya que pasó todo el verano en Mar del Plata.


Lo conocía desde primaria, siempre fue mi mano derecha y el gemelo que necesitaba. No es que con mi hermano Rayan no me alcance, pero la diferencia de edad nos impide hacer muchas cosas.

Bueno, no es que en un pueblo que ronda los 10.000 habitantes se pueda hacer gran cosa.

Todas las preguntas que Nahu formulaba acerca de ligues o aventuras románticas, se las respondía a sí mismo ya que no paraba de contarme sus anécdotas. A pesar de que anhelaba contarle como fue mi verano y la constante búsqueda de mi Pianista, me lo reservé porque lo veía emocionado.

En los días siguientes, se creó una de las tantas escenas que no olvidaré a lo largo de mi vida.

Era toda una verdad que la profesora de historia, Marta, estaba sorda. Queriendo comprobar a qué nivel estaba su sordera, durante el cambio de clases, Luis insertó un pendrive en el equipo de música que se hallaba en el aula.

Para ser un instituto de pueblo, era bastante grande y moderno. En cada salón encontrabas un equipo de audio, enlazado a un proyector que enfocaba a donde se hallaba la pizarra. Todo esto lo controlaba el profesor desde el portátil que había en el escritorio.

Mi compañero hizo sonar "Livin' la vida loca" a un volumen promedio y cuando la señorita entró no se percató de nada. La clase la pasamos cantando y riendo por lo bajo mientras Marta hablaba sobre el arte del siglo XX.

Salimos para comer, durante las dos horas que teníamos libres al mediodía. Nahu y yo fuimos hacia la plaza y, de camino, pasamos por su casa a buscar los tupper con comida.

- A que no sabes lo que me pasó mientras jugabas con las argentinas...- mencioné tratando de poder comentarle mi noticia.

- ¡No me recuerdes a Lucía! ¡Me volvió loco, que buena que estaba!


Fallo mio. Se me olvidó que si empezaba una conversación hablando de sus conquistas se pasaría la tarde recalcando cómo eran.

Así fue, finalizo la hora de comer, volvimos al colegio y en hora de física me seguía hablando de la muchacha con ojos negros y cabello color miel, según él.

Si yo te contara, querido amigo. La obsesión que tú tienes yo la siento por una sombra - me convencí. A las cinco de la tarde nos mandaron a casa.

Mi mente se quedó en shock a la mañana siguiente ya que vino a buscarme la secretaría de la directora para que fuese al despacho de la misma.



Sácame de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora