Capítulo 11

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Desconocía la razón por la cual, estando en los primeros días de noviembre, no llevaba más de una sudadera y como la brisa otoñal se tornaba cálida bajo el anaranjado día.

A partir de la fiesta  hubo más relación entre Virginia y el resto de compañeros. Aunque no era gran cosa ya que los chicos solo la buscaban por lo encantadora que la habían visto en aquel vestido y las chismosas del curso se morían de envidia. En estos momentos no podía debatir porque me encontraba en la misma posición que el resto de mis amigos.

La curiosidad era algo inevitable y muy persistente. En ocasiones la bombardeaba a preguntas, raro solía ser que me respondiera, mas lograba sonsacarle datos insignificantes.

Su humor, a la hora de charlar de pavadas o asuntos ajenos a ella, era muy alegre y no tenía problemas en responder y unirse a la conversación. Habíamos descubierto que le gustaban las bromas subidas de tono y todos los varones estábamos fascinados de poder hablar con una chica que no se ofendiera al oír esas cosas. Se apreciaba su gran cultura y conocimiento por cómo se interesaba y debatía acerca de los diversos temas que salían a la luz.

Aunque, con su vida privada era hermética. No había conseguido descubrir nada sobre sus gustos, aficiones o su familia. Tendía a esquivar las preguntas con chistes o directamente se mantenía en silencio, sin responder.

Hoy no iba a poder pescar algo de información ya que, la chica nueva, no había asistido a clases. Nunca fue divertido llevarla de aquí para allá, ahora extrañaba eso y me faltaba estar pendiente de Virginia.

Muy bien, Caleb. Tu felicidad depende de la movilidad de una chica ciega.

Últimamente Nahu estaba raro, lo sentía distante. Muchas veces creí que yo era el problema ya que gastaba mi tiempo libre obsesionándome con mujeres fuera de mi alcance. Tenía un ligero presentimiento de que no me había contado todo lo que ocurrió en sus vacaciones.

Las asignaturas pasaron lentamente pero una vez acabadas, debido a que era jueves, tenía que ir a pádel. El sitio no se encontraba lejos sin embargo aproveché que me había reparado la bicicleta para ir pedaleando.

De vuelta estaba algo cansado por lo que iba lento y admirando los campos que había entre mi pueblo y el vecino. De repente, entre los matorrales, distinguí a una persona sentada en las hierbas y mirando el atardecer. La brisa que brotaba conseguía que la postal fuese más atractiva ya que los pastizales y los cabellos que pertenecían a una chica, volaban.

La combinación entre las plantas anaranjadas debido al paso del otoño y los cabellos en tonos dorados y cobrizos hacían un paisaje ejemplar.

Cobrizos...  Cabellos cobrizos... 

Instantáneamente una imagen vino a mi cabeza y asimile que esa chica era Virginia Vitali. Me sorprendí y fui rápido hacia ella por miedo de que le ocurriese algo.

- ¿Virginia?- dije acercándome. Llevaba un vestido verde oscuro con un largo que llegaba por arriba de sus rodillas. Este tenía un escote en pico algo pronunciado pero poco revelador. Para resguardarse del frío tenía una chaqueta blanca fina y del mismo material que el vestido. No me extrañó su atuendo ya que siempre iba bien vestida pero era singular que sea en un color tan oscuro porque solía optar por los claros. - ¿Te encuentras bien?

Rápidamente hizo un movimiento que dio a entender que se estaba limpiando una lágrima antes de dirigirse hacia mi.

-¡Caleb!¡¿Qué haces aquí?! - dijo con un tono alegre que no confirmaba mi teoría sobre su llanto.

-Lo mismo digo... - respondí gracioso - estaba volviendo a casa tras las clases de pádel.

- Ahh, no sabía que hicieses pádel. Yo deseaba estar al aire libre y disfrutar de los últimos rayos de Sol. Es muy difícil acceder a ellos en invierno.

-¿Pero aquí tú sola?¿Quieres que te acerque a tu casa? - no tenía idea de donde vivía pero me ofrecí como todo un caballero.

- No es necesario, como mi hermano venga y no me encuentre puede que ponga a toda España a buscarme.

- El hombre que te lleva y trae hacia todos lados, ¿es tu hermano?

- ¡¡El hombre!! ¡Jajaj! - se rió de una manera muy auténtica que me encanto, interprete que si era su hermano pero le resultaba raro llamarlo así y por eso la gracia.

- Si tu hermano es el que siempre está contigo, ¿dónde están tus padres? - la risa rápidamente se apagó y su respuesta fue lo más seria e inexpresiva.

- No están en el pueblo.

¡Joder! Quedaba claro que no era algo de lo que quisiese hablar, sino algo que la lastimaba silenciosamente. Sin embargo la curiosidad pudo más que la empatía por sus sentimientos.

 - Y, ¿dónde se encuentran?

- Ellos trabajan en Madrid, yo vivo aquí con mi hermano - dijo secamente.

Era la primera vez que veía a una persona con el ceño fruncido por enojo pero una expresión triste en el rostro. Aquel rostro tan perfectamente perfilado, enmarcado por aquella cabellera que danzaba por el viento. Me atreví a acomodar mechones sueltos, con tal de verla mejor. Al rozar su mejilla descubrí una piel extremadamente suave y fría.

Jamás sabré decir que paso en las milésimas de segundos en que deje de admirarla para besar esos carnosos labios que poseía.

Fue algo breve pero con demasiadas emociones. Mis emociones estaban dirigidas hacia ella, pero no eran recíprocas. Sus sentimientos eran las preocupaciones que generaban ese rostro triste y por lo que se encontraba aquí apartada, al borde de las lágrimas.

- Que sea ciega no me impide tener tacto... - dijo con una ligera sonrisa al separarnos.

No, no hagas eso. No bromees para aniquilar la tensión que quería utilizar contra ti, con ella pensaba desvelar tus secretos. Me habrás estropeado el plan, debo admitir que serás una contrincante dura de derrotar pero esto no puede quedar así.

Todo se acabó cuando escuchamos el pitido proveniente del coche que venía a recogerla.

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Sácame de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora