Capítulo 16

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Virginia Vitali

Tú, la misma que me hechizó. Ella, la que me confunde. Aquella a la que despojaré de sus secretos.

Desde el atardecer de aquel día que la besé no la veía. A la mañana siguiente tampoco fue a clases ya que tenía cita con el médico, según la profesora.

Debo admitir que quedarme con tantas palabras en la boca por mucho tiempo no me agradaba, mas no había definido que le diría cuando la volviera a ver. Cuando aquella melena de tonos cobrizos y dorados abarcará toda mi visión y su perfilada mandíbula junto a sus lindos pómulos, me cautivaran. Mientras en mi mente adivinaba de qué color serían aquellos deslumbrantes ojos que no enmarcaban su rostro porque siempre permanecían cerrados.

Creí que no tendría la valentía de enfrentarme a Virginia. Cerré mis ojos y procuré no dejarme llevar por sus encantos, mi plan no se vendría abajo. Como buen compañero llegué 5 minutos antes para verla arribar y no permitir que ella me esperará. Me encontraba en los escalones del portal en tanto el coche negro entró en mi campo de visión y observé meticulosamente como descendía.

Descubrí que mi cabeza solo almacenaba una pequeña parte de su hermosura y alucinaba cada vez que la veía. Simplemente no existía forma posible de guardar tanta belleza en un recuerdo. 

Nunca entendí cómo vestía con tanta clase, usando aquellos vestidos y faldas, con el frío que hacía en las mañanas. Todo señalaba a que ya desistía de esas prendas y hoy había optado por unos leggins negros y un delicado suéter de lana en un tono verde pastel. Este le quedaba grande pero se la veía muy cómoda con la prenda holgada que, incluso, realzaba parte de su pecho y sus nalgas. La feroz cabellera estaba siendo dominada por un broche que retiraba los cabellos de su cara mientras el resto permanecía suelto.

Tomé su suave mano con ternura y la conduje como si mi vida dependiera de ello. El plan se ponía en marcha. Ya no me molestaría en preguntarle sobre su vida, sino que la conquistaría silenciosamente. Al caminar trazaba círculos con mi pulgar en el dorso de su mano y al llegar el momento de girar aproveché para posar mi mano en su cintura y guiarla al lado izquierdo. Del mismo modo pase mi mano a su antebrazo para ayudarla a subir la escalera.

Me frustró profundamente cuando, al dejarla en su pupitre, ella no mostró ningún gesto nervioso. Sabía que era consciente de lo que el beso hizo, no por nada estaba más callada de lo normal. Sin embargo, aquel silencio bloqueaba las emociones que quería apreciar y analizar.

El acecho permaneció todo el día pero Virginia no emitió palabra al respecto. Pude ver que se reservó algo a la hora de platicar con los demás. Supuse que estaría extrañada o que no le apetecía hablar y me ignoraba hasta a mí.

La posibilidad de que no se haya visto afectada era nula, lo que garantiza la eficacia de mi plan, momentáneamente. El primer día había ido de maravilla, ahora debía iniciar la segunda fase:  buscar a la hermosa chica en Internet.

Aquello parecía algo sin importancia o irrelevante. Me había imaginado algunas cosas sobre su familia y su anterior vida. No esperaba encontrar más que las cuentas con nombres similares en las diversas redes sociales. Me quede impactado al ver cientos de páginas con su nombre y del que supuse era su padre "Bruno Vitali"

Serían largas las horas que me pasaría leyendo la página de Wikipedia sobre ella, los blogs que estaban hechos por chicos de mi edad y los grandes periódicos que en sus webs tenían noticias sobre ella.

Todo resultó flipante aunque las más de 500 fotos que encontré de Virginia con sus rasgos característicos sumando la peculiaridad de sus hermosos ojos, resplandecientes como una esmeralda, abiertos y muy vivos.

Narra Virginia

Decir que mi mente en algún momento descansaba sería mentir, pero aquel chico desató una bestia. Me negaba a dar rienda suelta al animal que habita en mí, no encontraba una justificación para el estúpido comportamiento de Caleb.

Muchas veces intentaron que yo pícara en un anzuelo que solo beneficiaba al pescador, por ello he aprendido a descubrir cuando intentan cazarme. El hecho que ayuda a salvarse no es huir del secuestrador, sino descubrir sus razones y ubicar un punto débil donde golpearlo.

A mí me fascinaban esos juegos donde atrapaba al que debía apresarme. Aquello requería mucha astucia y yo había perdido mi agilidad en esos pasatiempos, imaginaba que no volvería a participar en algo así. Pero que sea Caleb el que me rete es algo desconcertante.

Lo veo como un aprendiz que intenta superar a su maestro. Sabe lo que hace aunque no posee la experiencia para manejarlo. No por nada se dice que si se juega con fuego, se termina quemado. Yo no haría nada para ayudarlo y dejaría el camino libre para que intente lo que desee. No será mi culpa si se estrella contra una pared.

Yo te advierto, Caleb, que estás nadando en aguas muy peligrosas y yo no me arrojaré a salvarte.


Sácame de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora