Capítulo 31

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Narra el personaje de desconocido

Hacía tiempo no veía a aquel que me tenía prisionera en sus brazos y que comandaba mi mente. Sabía que estaba cediendo a la idea más ridícula de toda mi existencia. Era comprendido que aquello poseía fecha de caducidad y un final doloroso. Pero eso ya no me importaba, me las apañaría, como siempre, cuando ocurriese. Ahora solo deseaba disfrutar de su maravilloso y enigmático ser el tiempo permitido.

Parecía diferente desde la última vez que nos encontramos, un día después de navidad. Allí me dio el gran presente que según él es solo un detalle. La exquisita pulsera con tres colgantes diferentes: un rayo, una niña y una flor. Los dos primeros hacían referencia a nuestros apodos, el me decía pequeña mientras yo, la primera vez que lo hicimos lo llamé rayo. Lo de la flor es algo más desarrollado. La historia se remonta a cuando nos conocimos.

Luego de hablarnos y bailar como completos desconocidos, estaba volviendo a mi casa cuando su figura vino corriendo hacía mí. Eso no fue lo que más me impactó de él, sino que me ofreció un bello jazmín. Las incógnitas en ese momento me abrumaron.

 ¿De dónde sacó esa flor a mitad de la madrugada?  Luego llegó su idea de llevarme a mi casa cuando no conocía si se hallaba lejos. La extrañeza que él mantuvo desde un principio, a pesar de que ya tenía información de varios aspectos de su vida, fue la que me ató a él, mi Rayo.

Su ceño fruncido me indicaba que el día no marchaba bien y la sonrisa torcida que se dibujó en su rostro al verme, hizo que suspirara de felicidad. Sus cabellos dorados con la luz del atardecer me fascinaban.

Llegó hasta mí y el "Buenas tardes" quedó olvidado. Su manera de saludar era a base de besos que me dejaban exhausta. Tenía la alucinante facilidad de robarme hasta los labios cuando me besaba.

- No me mires con esos ojos, pequeña... No puedo ofrecerte más que besos en la vía pública - me dijo con picardía. - Amo el gusto del que te regaló ese brazalete - mencionó mientras tomaba mi muñeca y se alababa por su regalo.

Acto seguido me beso las venas que se encuentran al finalizar la mano. Al conocerlo pude descubrir la arrogancia graciosa que desprendía. Él sabía que no debíamos dar rienda suelta a los deseos carnales pero siempre encontraba la forma de prenderme con sus ligeros toques.

Mis respuestas las daba con mis gestos. Se sentó en el banco donde estaba y opté por subirme a su regazo y recostar la cabeza en su fuerte pecho. Velozmente, mi Rayo comenzó a acariciar las hebras de mi pelo.

Aquellos momentos donde la gente que pasaba nos miraba como si fuéramos algo más que un par de jóvenes que necesitaban la atención de una persona cercana. Estaba tan obsesionada con él que imaginarnos felices en un futuro alterno donde no existiesen molestias para vivir, era algo natural y se intensificaba ese deseo en cada ocasión en la que respiraba su fuerte colonia.

- Pequeña... - su tono sonó a advertencia y parte de mi alma se estrujo al pensar que todo se podría terminar allí - ¿Has hecho lo que te pedí, has ido al que te recomendé?

Respire al notar que su pregunta no hablaba del final anunciado.

- Aún no he tenido tiempo - eso tenía una parte sería y otra de excusa, no deseaba ponerlo en un compromiso  ni vivir de su caridad. -  Tengo que llamar y programarlo, a ser posible antes de que comiencen los exámenes.

- Puedo ocuparme yo y te facilito...

- Hombre veloz... - dije cortándolo - deja de ayudarme, me haces parecer discapacitada. Al final fue malo aceptar aquella flor, la independencia me la has arrebatado y ahora solo te quiero a ti a todas horas - hablé con sarcasmo.

- Como si no te gustará tener a semejante hombre a tu disposición... -

- Tienes razón, te quiero demasiado - Su cara transfigurada hizo que me percatara de las estupideces que soltaba por mi boca y lo enmendé de la mejor manera posible - Te quiero a ti y tu miembro en mi lecho a todas horas aunque tenga que reforzar las patas de la cama para conseguirlo.

La charla no se extendió mucho más debido a que él, de la misma manera que las otras veces, tenía que solucionar algunos problemas. Me guió hacía mi hogar y se encargó de besarme como si mi boca fuese oxígeno y él deseara respirar.

- ¿Sabes que esto es lo único que puedo ofrecerte, verdad? - 

¿Por qué has hecho esa pregunta, por qué no me permites soñar, tan solo pensar en que tú eres mi salvación y no mi perdición?

- Lo sé... - fue lo poco que expresé ya que mi voz se quebraría si continuaba hablando.

Lo acerqué a mí, tomando con fuerza su abrigo. No podía disimular que no me perjudicaba y solo anhelaba quedarme junto a él, abrazados.

- Solo dame lo que me ofreces... - dije mientras abría la puerta de mi casa, sabiendo que estaba vacía y diciéndole que pase.

Mi ropa comenzó a volar y Rayo me subió sujetándome las piernas y guiándome a la habitación.

La falda que llevaba se arremolinó en mi cintura, sacó las medias largas con una paciencia que hacía añicos mi libido. Él, igual de ansioso que yo, apenas me quitó la camiseta me apartó los pechos del sostén para alabarlos como solía hacer.

La cosquilla empezó a recorrerme el cuerpo y pronto pedía por más. Lo que no me parecía justo era que me torturase y saliera ileso. Fue así como, sin preámbulos, desabroché el cinturón y el pantalón de vestir para llegar a su exuberante miembro.

Primero con las manos y luego decidí estimularlo con mi boca. Hice uso de mucha saliva pero por más que intentase que entrara todo, era imposible. Estuve un buen rato en la labor de recorrer su pene con mis labios y me excitaba ver como él se perdía en la lujuria de aquel momento.

- Pequeña, vas a matarme... nunca la he tenido tan dura.

No me dejo seguir ya que se obsesionó con mi magullada boca y luego de dejarme sin respiración por su tendido beso, mordió mi cuello en diferentes sitios. Repentinamente me giró y tardé en posicionarme a cuatro, jamás lo había hecho así con él. Repartió besos a lo largo de mi columna mientras con sus manos estrujaba mis tetas o mis nalgas.

Sabía que estaba muy mojada y sus constantes caricias me enloquecían. Se colocó de rodillas detrás y sentí como dirigía su falo a mi entrada.

- Veras que lo que te ofrezco es mejor de lo que imaginas... - dijo a la par que se adentraba en mí sin titubear.

Sus poderosas estocadas lograban que mis piernas temblaran y que todo su miembro cupiera allí abajo. Lo que lo diferenciaba de los demás era como estimulaba las otras partes de mi cuerpo sin dejar de embestirme. Había retirado una de sus manos de mi cadera para estimular mi hinchado clítoris. Al apretar la delicada zona lograba que me acercara, a pasos agigantados, a el orgasmo.

- Tú eres... eres mi perdición - jadee.

Cuando se asomaba la oleada de placer, yo ya no podía mantenerme en aquella posición. Los brazos me cedieron y termine con el pecho apoyado en la cama. Con el culo aun arriba recibí las últimos embates antes de que la locura me partiera al medio y mi interior se contrajo provocando que él se corriera dentro mio.

Sácame de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora