Capítulo 12

33 8 2
                                    


¿Qué había hecho?

Dime, querida Pianista, ¿por qué la he besado?

Las preguntas iban y venían tras la melodía tan dramática y feliz por momentos. Yo creo que era un milagro o un descanso de maldiciones que ella empezara a tocar cuando yo la necesitaba. La incertidumbre y la impotencia que provocaba hizo que anhelara hacer más que escucharla. Deseaba alabar no solo a sus manos, sino a todo su espíritu.

Luego de ver como Virginia se marchaba, tomando la mano de su hermano, y subía al coche con cristales polarizados que me impedía observar su rostro, un gran vacío me absorbió. Miles de preguntas se acoplaron en mi cabeza.

¿En que pensé? ¿Yo pensé? ¿Fue un acto reflejo?

¿Por qué no logré impedirlo? ¿De donde salió mi imperiosa necesidad por consolarla? ¿Por qué mi remedio a su dolor fue un beso?

Había más de una pregunta que me aterraba. 

¿Me gustó?¿Me arrepiento?¿Siento deseos de volver a hacerlo?

Sabía de sobra que lo que exactamente me asustaba de esas preguntas no era la interrogación en sí, eran las respuestas afirmativas que rondaban en mi mente. Aquello me torturaba y generaba la incógnita más grande de todas...

¿Por qué sentí todo eso dentro de mí cuándo algo tan simple debería pasar desapercibido?

Nunca me consideré un adolescente controlado por las hormonas. Había besado a algunas chicas y me acosté con un par durante los últimos dos años. Pero era algo simple, normal y diría que escaso a comparación de otros jóvenes en potencia, como podría ser Nahuel.

Ni siquiera podía usar la excusa de tener las células revueltas para justificar el evento ocurrido entre los matorrales. No tenía idea de dónde nació ese impulso, sólo sé que era intenso y descontrolado.

¿Qué debo hacer?

Dime, hermosa Pianista. Muéstrame con tus dedos el camino. Enséñame a salir de este pozo sin fondo. Rescátame de las sombras. Sácame del tormento en el que tú, Virginia y Diana me han puesto.

Ella me contestó con su música. Estaba apreciando que sus sesiones duraban más tiempo que antes, eso quiere decir que no cometía errores hasta una vez adentrada la canción.

Me adentré en la nostalgia de recordar las primeras veces que vine a ella, que como a los pocos minutos sus dedos rozaban la nota equivocada y aquel fallo provocaba el fin del concierto. Pero parecía que la Pianista reconocía angustia y extendió el recital hasta arroparme con sus dulces manos.

Fue muy extraño cuando todo se paró en seco, el silencio se instaló donde antes se encontraban las notas danzando y esté fue seguido de un quejido.

Allí acabó mi paz e intenté resguardarme en mi mismo mientras iba confundido hacia mi casa.


Sácame de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora