Capítulo 24

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Respiro profundo mientras me invade la paz gracias a la diferente y bonita melodía que hoy interpreta mi precioso ángel.

Te necesito dentro de mi ser, querida Pianista. Tu piano debe estar en mi pecho para mantener mi pulso estable tras las verdades y los misterios que me regalan Diana y Virginia.
Y tus pequeñas manos, con aquellos delicados dedos coronados por unas uñas hoy pintadas de verde claro, deben dejar de tocar las piezas blancas y negras de ese imponente instrumento para sujetar los hilos que me conducen. Porque yo soy tu marioneta, No puedo ser el títere de mis dos demonios, debo lograr desvelar sus secretos sin dejar que me atormenten.
Confío en ti para que seas mi marionetista, eres mi última opción.

Si yo no hubiese perdido la cordura ni creyera que la Pianista es un espectro mágico que puede leer mis pensamientos, estaría calentito en mi cuarto y no con los pies helados por llevar zapatillas cuando ha nevado y con el abrigo insuficiente por salir deprisa para no perderme la clase de música.

Hoy y como pocas veces ocurre, reconozco la pieza que toca. Me la enseñaron en el colegio, más bien en la secundaria cuando nos hacían memorizar los nombres de las obras. Bajo sus palmas sonaba "Escenas de niños" de Robert Schumann. Era hermoso escucharla en vivo, no por un disco casi incompatible con el ordenador del aula. Veía la energía brotar de su cuerpo al pulsar las teclas, una energía que rápidamente se disipó. Terminó la canción tristemente y distinguí, a través de la cortina, como sus manos temblaban. Estas bajaron la tapa del piano y luego del estruendo, seguido el más brumoso silencio la oí.

- ¡¿Por qué!? - grito con la voz cortada del llanto, preguntándole a la nada - Mis pecados no han sido tan graves... ¡¡No has tenido piedad de mí!!

La impotencia que me generó la escena reforzó mi idea de averiguar quién era la mujer abrumada por los espíritus que la rodeaban. Apoyé mi palma en el frío cristal con la intención de traspasarlo.

"Te descubriré y te auxiliaré. Me aparté de la ventana para regresar a mi hogar cuando vi un libro de geografía similar al que utilizamos en mi curso.

Unos días después...

Exprimí mis sesos noche y día para no creer que la Pianista podía ser una compañera de mi clase. Solo había un centro de bachillerato en mi pueblo. Como ya no es obligatorio cursarlo, muchos jóvenes empiezan a trabajar en las granjas familiares con 15 años. Los que asistimos sabemos que vamos a acabar igual que los otros o podremos sacar adelante una pequeña tienda, el pueblo te cierra las puertas a nivel laboral.

Trate de no ofuscarme, como pasa siempre que pienso en mi futuro. Yo lograré entrar en una universidad de Madrid con mis ahorros y trabajaré duro para crear una empresa que poco a poco reine en España.

Por más que el ayuntamiento del poblado tenía una página online, no pude extraer la información que requería para investigar a la Pianista. Tuve una idea práctica pero complicada ya que mi faceta de actor es nula. Me adecenté para abarcar mi papel de estudiante de periodismo, deje la ropa deportiva a un lado para ponerme unos vaqueros y un suéter. Por más que iría arreglado me calcé las botas de nieve, me negaba a pasar frío.

Me dirigí al comedor terminando de guardar las cosas en mi mochila cuando la voz de mi madre me descubrió.

- ¿A dónde se supone que vas con la helada que hace y así vestido? - No contaba con una respuesta. Cuando se acercan las vacaciones y durante las mismas me controla como si el resto del año no saliera y no hiciera y deshiciera a mi antojo. Jamás me tuvo que sacar de un problema pero me puedo quedar castigado sino alimentó sus ansias de cotillar. Estoy seguro de que mínimamente, una vez al mes, me pregunta cuando sentaré cabeza y traeré una agradable novia a casa.

- Nos juntaremos en casa de Nahu para festejar el cumpleaños de Tomás - mentí aprovechando que nunca se acuerda de las fechas de cada uno. Antes de que me rebatiera salí del departamento.

Opté por caminar hacia el ayuntamiento para ir repasando mi plan:

1. Me llamo Lucas Medina Gómez, estoy en el primer año de periodismo. (Lo justificó con un carnet falso que armé gracias a la impresora vieja y la máquina plastificadora que usa mi hermanito para sus trabajos.)

2. Estudio en la Universidad Complutense de Madrid.

3. Vine al pueblo para tomarme un descanso e iniciar un artículo que me han demandado.

4. Necesito los datos sobre las últimos empadronamientos en el pueblo y el porqué de los mismos.

Las puertas corredizas del nuevo edificio me recibieron y tragué saliva procurando que todo salga bien. Una señora mayor acompañada de una mujer que rondaba las tres décadas estaban hablando con la única responsable del lugar. Me mantuve de pie esperando mi turno.

Al sentarme frente al escritorio de la mujer cuarentona con cara de pocos amigos se me heló la sangre. Le expliqué mis razones y la cosa fue a peor, me dijo que esperara ya que se lo iba a consultar a su superior. Volvió en menos de 5 minutos.

Ya me imaginaba la rotunda negativa cuando me invitó a seguirla. Me dí cuenta de que me llevaba a hablar con el alcalde al llegar a su despacho.

¡Joder! ¿Cómo iba a engañar a un político?

Una vez la secretaria se marchó, me quedé más pasmado de lo que esperaba. El hombre agradable que me ofreció una silla a su lado y un vaso de agua, no superaba los 28 años. Mis mentiras fluyeron solas. Logré simpatizar tanto con él que me daba pena no decirle que mi verdadero nombre era Caleb Alcatraz y que me gustaría ser su ayudante.

Nos pasamos la tarde entre gráficos y estadísticas donde corroboramos todas las respuestas a mis preguntas sobre el censo, la población y las personas que se mudaban. Me sentía como un niño repleto de golosinas. Esto era lo que quería para mi futuro, luego de salir del tormento que suponían las tres ninfas que habitaban en mi subconsciente, después de dejar mi casa y los berrinches de mi madre, de desearle lo mejor a mi hermano acompañado de extrañar el humor de mi padre y su confianza en mí.

Llegué a casa a la hora de cenar, dije que había comido en la fiesta y me encerré en mi habitación.

Para mi desgracia todas las cosas de las que hablamos fueron muy orientativas y poco contundente para conseguir alguna conclusión sobre la Pianista. Decidí enfocar mi atención en otro aspecto. Busqué en los cajones la foto que nos habían hecho a mis compañeros y a mí al principio de clases, con un bolígrafo escribí "La pianista" y la pegué en el corcho colgado de la pared.

Ella tenía que estar entre todas esas chicas tan diferentes entre sí, con sus miedos, virtudes, verdades y secretos. La afinidad que tenía con ellas y las redes sociales me dejarían averiguar cual de todas poseía una máscara que ocultaba el ser que salía a respirar cuando el piano empezaba a cantar.


Sácame de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora