Capítulo 5

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Tan solo diez días habían pasado.

Yo protagonizaba una dramática, espeluznante y abrumadora novela, allí me encontraba en el centro de un laberinto con tres salidas. Sin embargo no lograba escapar. Voces... ángeles... melodías... demonios... Todo aquello me ensordecía, anulaba mis sentidos.

Lo poco que me proporcionaba paz, si esta no se alejaba de mí a cada segundo, era el hermoso piano cuando mi artista le sacaba brillo a las teclas. Aunque no solo me tranquilizaba, cada vez que relacionaba las melodías con Diana o Virginia estas me alteraban. Sentía que era el blanco de una gran broma que habían planeado ellas y mi chica sin nombre.

Por mucho que no hablase con Diana a diario, nuestra amistad seguía en el aire. Las miradas en clase eran intensas y contenían sus iris un misterio que me intrigaba. Virginia mantenía un aura imponente que me asustaba y atraía a la vez.

Logré descubrir el nuevo horario en el que el piano se ponía en marcha. Al comenzar el periodo escolar, solía ser durante el anochecer. Aquello me permitía llegar a casa, hacer las tareas y caminar hasta el hogar de mi musa, para que, sobre las 7 lograra hipnotizarme con las nuevas notas que brotaban en sus manos.

Como no me eran suficientes esos instantes, ahora, me despertaba 20 minutos antes para salir pronto y pasar por su porche. A esas horas no había música, pero me conformaba con acariciar las piedrecitas que adornaban el marco de la puerta y las ventanas. Así me llenaba de energía para arrancar la mañana.

Hoy la requería especialmente. Además de cargar con Virginia (cosa que no me molestaba en realidad pero me consumía mucho tiempo) debía realizar dos exámenes. Uno nada más llegar y otro luego del recreo.

Con la prueba de matemáticas me garantice una notaza. No es por tirarme flores, si naces con una calculadora entre las neuronas había que sacarle provecho. Amaba la velocidad en la que culminaba la evaluación y todos se quedaban atónitos.

Lo que no fue rápido fue que una Vir bajara las escaleras. Yo era de los que aprovechaba al máximo todos los segundos y ver como se me pasaban las horas ayudándole me ponía iracundo. Para colmo el humor de ella no era el más agradable. Su ser arisco me sacaba de nervios pero hacía que sintiese la necesidad de acercarme a ella, me atraía su humor de perros. Yo ya no tenía cura.

- Caleb, guíame hacia el banco, por favor. - diez días y nos tratábamos con más educación que los profesores entre sí - Quisiera descansar un poco, me duele la cabeza.

Aprendí varias cosas sobre ella sin importar nuestra falta de cercanía. Lo cierto era que tenía jaquecas frecuentemente y no le gustaba estar frente a mucha gente, siempre trataba de estar lo más arrinconada y sola posible.

Allí la dejé y fui a charlar con mis amigos, Nahu siempre tenía buenas anécdotas. Le consulté la hora a Diana y como me dijo que faltaban 5 minutos para volver. Salí disparado al servicio.

Yo consideraba mi situación muy urgente, no era exactamente algo biológico. Debía pintarme en el antebrazo las respuestas del examen de historia, mi amigo dio la idea después de notarme un poco preocupado porque había gastado el tiempo de estudio en mis delirios con una desconocida. Me había llevado un bolígrafo y el resumen para pasarme los datos.

Aún escribía las últimas fechas cuando sonó la campana y recordé que había dejado a Virginia SOLA Y APARTADA EN LA PLAZA.  

Sácame de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora