A tres días de comenzar con las vacaciones de invierno, los exámenes habían pasado y nos pasábamos paveando todo el rato. En gimnasia nos dejaron ver una película en el aula debido al frío abrumador y la alerta por nevada abundante en la zona.
En el proyector de clases estábamos viendo un vídeo sobre los ecosistemas y los conjuntos de seres vivos que los conforman. Esto era igual de aburrido que una hora hablando de teoría pero la profesora de biología no quiere empezar un nuevo tema hasta después del receso invernal.
Aparte la mirada del documental al escuchar la respiración agitada de Virginia. Su cuerpo parecía débil y el constante tocamiento de sus ojos y sienes, me dio a entender que tenía un intenso dolor de cabeza.
- Aire... ¡Caleb, ayúdame! - me ruega en tanto se pone de pie procurando no chocar con nada. Me levanté rápidamente y la agarré del brazo para preguntarle qué pasaba pero ella siguió hablando como si el oxígeno faltara de sus pulmones - Necesito aire...
Pensé en salir al pasillo y abrir la ventana para que sus jadeos se calmaran. Toda la clase se asustó cuando gimió de dolor mientras se sujetaba la cabeza, como si se fuese a desvanecer, y la otra mano la llevó a mi pecho. Estrujo con fuerza mi sudadera tratando de emancipar el pesar.
No esperé a que la profesora me diera permiso para salir o que todos mis compañeros empezarán a confabular y decir estupideces acerca del hecho. Supuse que necesitaba más oxígeno del que podía proporcionar la ventana y me aventé escaleras arriba para llegar a la terraza del edificio lectivo.
- Me duele mucho... Caleb, ¿a dónde me llevas? Necesito hablar con la directora.
- Primero tomarás aire, el fresco te hará bien. Ten cuidado, a estas escaleras le faltan algunas baldosas - dije. Solté su mano para pasar mi brazo a través de su cintura. Su anatomía no seguía órdenes y muchas veces sus pies fallaban al querer subir el escalón.
Asumí la responsabilidad de su ser y la apoye con fuerza contra mi torso para estabilizarla. Su cercanía me abrumaba y sus pechos se encontraban tan próximos que me tentaban. Igual que su boca entreabierta donde los labios carnosos y rosados destacaban. Respire pausadamente arrebatando el aire que le escaseaba a Virginia y me centré en ayudarla, en ver lo grave de la situación aunque su flaqueza seducía mi antojo de dejar que reposara sobre mi.
A pesar de que costó, llegamos al último escalón y la solté momentáneamente para abrir la pesada puerta que desembocaba en la terraza. Al hacerlo, ella puso las manos frente a su cuerpo para no golpearse y consumió cada brisa que chocaba con su rostro.
Era escalofriante el sonido de sus jadeos para tomar más oxígeno y como su pecho se expandía al recibirlo.
- Quiero salir... - mencionó cuando se aferró de mi brazo. Atravesamos el umbral y el frío nos envolvió haciendo que recuerde que no habíamos traído las chaquetas.
Estaba tiritando, mas Virginia parecía estar serena y se relajaba poco a poco. La temperatura glacial de sus manos hicieron que me quite la sudadera para ofrecérsela. Aun con el delicado suéter abajo, le quedaba 2 tallas grandes.
El momento generó que su respiración se volviese a agitar. - Tienes que llevarme con la directora, la jaqueca es muy fuerte -.
- Debes tranquilizarte - le recomendé pero ella me aseguro de que no había forma de que eso sucediese. - Todo empieza por la respiración... - aseguré mientras posaba un dedo sobre su boca, sellándola.
Comenzó a respirar por la nariz profundamente. Lentamente mis manos se dirigieron a sus ojos cerrados. La textura de los alrededores era extraña, al ver la yema de mis dedos encontré rastros de maquillaje. Regresé para explorar lo que había bajo el cosmético.
- Sé quien eres... - confesé espontáneamente, sin medir las palabras.
La extrañeza duró poco en sus gestos para quedarse con el ceño fruncido y distante. No llegué a detener y calmar su reacción. Los jadeos en busca de oxígeno eran inútiles, su boca desprendía un ligero vapor a causa de la temperatura. Se dio vuelta y camino sin sentido hasta que sus rodillas se debilitaron, haciéndola caer mientras gruñía del dolor y acariciaba su sien.
- Virginia, tranquila... Te vuelve a escasear el aire.
- ¡Caleb! ¡Me duele, duele mucho! Solo ayúdame a llegar al despacho... - No pude rebatir su pedido y la lleve deprisa con Mariángeles.
La media hora siguiente fue desastrosa. No sabían cómo actuar y no hicieron más que esperar a que su hermano viniera a socorrerla, para colmo demoró bastante.
Cuando se hizo presente le pidió a Virginia que abriera los ojos para poner unas gotas que aliviaran, temporalmente, los dolores. El simple acto parecía agonizante, ella rogaba y lloraba por no abrir los párpados ya que atraían mucho dolor. Al cabo de unos instantes el chico la convenció y separó las pestañas para dar paso a las fascinantes esmeraldas que tenía por iris.
Yo, que la sujetaba sentí como estrujo mis dedos cuando las gotas tocaron sus ojos, era un tormento. Menos mal que fue bastante rápido poner las gotas y esperar a que estas se absorban.
La imagen de aquellos ojos tan peculiares brillando por el líquido se quedará grabada en mi retina hasta el día de hoy.
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Sácame de las sombras
Novela JuvenilMi vida, aburrida y monótona, pasa a ser activa, misteriosa, perversa e ingeniosa gracias a ella.. ¿A quién? Mejor dicho, ¿a quiénes? Las tres musas que me rodean generando en mi una completa confusión. Yo un chico de pueblo pasará a vivir la vida e...