Capítulo 26

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Narra Vincenzo Vitali

Traer a Vir a la capital era someterse a un peligro al que no me quería enfrentar. Como la prensa la encontrase me armaría un gran revuelo.

Tenía a la niña prodigio de Madrid oculta en un pueblo y así debía permanecer. Virginia no poseía las fuerzas suficientes para devorar a los paparazzis como antes. El accidente no había arruinado su cutis o no de una manera que no se pueda tapar con maquillaje y esas cosas. Lo que ocurría era que no estaba preparada mental ni sentimentalmente para lidiar con las crudas preguntas de los periodistas.

Era mi deber proteger lo poco que quedaba de ella y mi única opción para que esté a salvo iba a ser encerrarla en una caja de cristal y depositarla en el estante más alto de la habitación. Sabía que la urna se llenaría de polvo, pero en su interior no entrarían ni las moléculas que quisieran molestarla.

De haberlo hecho antes, ahora sería pájaro libre. De haberla convencido de quedarse en casa ella podría seguir amando su vida. De haberla distraído se habría demorado y el maniático conductor que acabó con la poca relación familiar hubiese roto otros corazones.

No puedo conformarme con haber salvado su vida, con que no haya padecido grandes lesiones y su corazón siga latiendo. De qué me sirve todo eso sí su alma y su felicidad quedaron en aquel Renault 11.

Sácame de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora