Capítulo 32

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"Vendré pronto a escucharte, querida Pianista."

Ese pronto fue tan fugaz como una estrella. No podía resistirme a escuchar las notas que brotarían de aquel piano unas horas más tarde.

No demoré en ir a mi casa nada más despedirme de Virginia, llegue un una sonrisa similar a la de La Monalisa. Mire a mi madre que estaba merendando en el comedor junto a Rayan que hacía deberes. Salude a todos con un beso mientras ellos me miraban extrañados.

Aquellos últimos meses en los que el estrés me consumía no había estado muy cercano a mis personas más allegadas pero, ahora, todo era diferente. Yo asumí que los problemas habían finalizado y que todo iría sobre ruedas.

No me detuve a contarles el porqué de mi felicidad. Era una historia demasiado larga y yo carecía de tiempo. Me dirigí hacia mi cuarto y culminé rápido con las tareas que me enviaron hoy. Aunque estuve bastante ausente en clases, estas fueron agotadoras y muy cargadas. Tan intensas fueron que no tuve oportunidad de contarle a mi amigo que durante las vacaciones creí descubrir quién era la Pianista pero que en el recreo me había llevado una gran negativa de mi principal sospechosa; menos que menos le mencione que por accidente y al realizar una obra de caridad con una necesitada había dado con mi musa repentinamente.

Decidí enviarle un mensaje que le diría lo justo y necesario hasta que mañana durante el receso le comentará los detalles.

Descubrí al ángel endemoniado... - escribí en el móvil .

A pesar de que el atardecer se acercara y el Sol fuese desapareciendo, el día seguía siendo hermoso y la temperatura no era tan malvada como en las semanas anteriores. Me abrigue lo justo y necesario y me encaminé hacia el casco antiguo, a la residencia de mi desvelado secreto.

Al acercarme a la ventana observe la peculiaridad de que las cortinas no molestaban en la visión ya que se encontraban recogidas. Cada vez que apreciaba el salón me acordaba de la abuela Lidia y de las veces que me invitaba a merendar a su casa. No pude evitar preguntarme si mi ángel poseía algún parentesco con la señora dado que algunos muebles y objetos eran los mismos que decoraban el comedor cuando ella aún vivía.

De manera espontánea, Virginia se paseó por la habitación y el paisaje se hizo radiante. Se la veía tan relajada y segura en su entorno que no se asemejaba a la chica misteriosa y coqueta de clases. El cabello lo llevaba recogido en un trenza despeluchada y varias mechas se escapaban. Apenas tenía unas prendas ligeras ya que el fuego de la chimenea irradiaba mucho calor.

Vestía un pantalón corto negro y un sudadera de lanilla del mismo color. El resto del cuerpo iba desnudo incluso los pies porque no tenía medias. Sobre su tez blanca, que contrastaba con su atuendo y la melena cobriza, encontré pequeñas barcas que casi no se apreciaban con el cristal empañado. Las pequeñas cicatrices se espacian en su antebrazo y pierna izquierda. Del mismo modo se veían un par a la altura de su nariz y sus ojos.

Era evidente que se trataban de efectos colaterales del accidente de julio del año anterior. Me parecía alucinante como el maquillaje que utilizaba tapaba aquellas marcas sin dar la impresión de que estaba usando cosméticos para lograrlo.

Camino con total confianza hacia el pequeño asiento frente al impotente instrumento que decoraba el lugar, parecía que no hubiese nadie más en la casa pero ella llenaba el ambiente por sí sola. Las luces naranjas que desprendían las llamas y los últimos rayos del sol que entraban por la ventana eran los focos que la alumbraban. Ni la pianista ni Virginia necesitaban luz, ella en cualquiera de sus versiones brillaba como la estrella más grande del universo.

Narra la Pianista

Me acomode en el taburete y levante la tapa que guardaba las delicadas teclas, siempre tocaba según mi estado de ánimo. Hoy me encontraba igual de confundida que Evelyn al aparecer Rafe, de repente, cuando el mundo lo creía muerto en Pearl Harbor. Siempre me gustó aquella película y me gustaba interpretar la banda sonora cuando mi hermano se disponía a tocar el violín, juntos nos complementamos muy bien.

El único defecto es que Vincenzo brillo por su ausencia durante todo el día. No lo podía culparlo, muchas veces no me soportaba a mi misma e imaginaba que él tampoco y como sabía que se lo estaba pasando bien, no me molestaba.

Comienzo con una de mis partes favoritas de toda la banda sonora y lo hago despacio, utilizando los graves para hacer que todo explote al finalizar.

Me teletransporto a un sitio sin dolor ni penas, me dejo llevar mientras mis dedos se mueven de manera automática anunciando la gran subida de la canción y anhelando la paz que siempre me transmite este piano cuando termino de tocar.

Los minutos y los cuartos de hora pasan hasta que culminó con la pieza y la satisfacción habitual se ve opacada por mi incertidumbre de saber que él está ahí.

Hace mucho tiempo oí los golpes intencionados en la ventana y me inquietaba saber qué opinaba acerca de la Pianista. Desde que lo escuché susurrando ese apodo mientras me escuchaba, me había agradado. Yo cuando tocaba no era Virginia Vitali, podía ser lo que a mi me apeteciera e hiciera feliz.

Las cortinas estaban abiertas por obra mía y me había descambiado y colocado cualquier trapo porque así soy yo, la Pianista lo es. Vir era la hija de un difunto empresario pero la Pianista era hija de aquel piano y de su estructura suave y pulida.     

Todos estos pensamientos se atravesaron por mi cabeza mientras me colocaba de pie frente al piano y dirigía mi mentón hacia la ventana sabiendo él estaba observando

- Yo soy la Pianista, Caleb. Solo este cuerpo frágil y marcado pertenece a el ángel que tu esperabas - dije no lo suficientemente alto para que me oyese con el cristal cerrado pero la escena hablaba por sí sola.

Sácame de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora