16. Suerte

17 2 0
                                    

Actualidad

Después de que Blake y yo peleamos por teléfono debido al drástico cambio de planes decidí que quería lastimarlo, que quería sentirme bien, que por una vez en ocho años fuera él quien se sintiera traicionado, herido, destrozado, aunque besar a su mejor amigo no fue una buena manera de reaccionar, en realidad no me arrepiento de mucho, fue increíble sentirme deseada, sentir que alguien quería estar cerca de mí, que alguien quería besarme, fue asombroso después de tanto tiempo sin sentir siquiera un beso en la mejilla de parte de la persona que realmente quiero que me toque.

—¿Y cómo quieres que reaccione? —le grité a Blake aquel día, después de que me dejara plantada en su casa.

—Como suelen reaccionar las personas normales, Gwen.

—¿Con quién estas? —me atreví a preguntar, aunque sabía lo mucho que me dolería si me decía la verdad.

—¡Yo solo! —gritó de una manera que evidenciaba sus mentiras—. No puedo creer que siempre vayas al mismo tema.

—¿Y no se te ha ocurrido la razón? —intentaba no gritar, pero me resultaba imposible—. ¿No se te ha ocurrido que no confío en ti? Que... que cada vez me lastimas más, que... —sollocé— que lo único que quiero es que me ames...

—No seas ridícula —no parecía querer hablar conmigo—, yo...

—¿Tu qué? —grité, con la voz hecha pedazos—. ¿Por qué no lo dices?

Blake no suele decirme que me ama cuando tiene compañía, ya sea de sus amigos, de su hermana, de sus novias, sus padres o cualquier persona que no seamos nosotros.

—No seas ridícula —repitió.

—Dilo —sollocé una vez más, cansada y con un terrible dolor de garganta.

—Gwen...

—Eres un gran imbécil.

No podía parar de llorar y estaba aterrada de que en cualquier momento saliera Abby o Mónica a ver como Blake me rompía el corazón una vez más.

—Te veo esta noche.

—No —suspiré—, no quiero verte unos días.

En mi estúpida mente creí que iba a rogarme, que iba a insistir en hablar por la noche o que me pediría que lo esperara en su casa, pero lo único que hizo fue continuar rompiendo mis pedazos, como siempre lo hacía.

—De acuerdo —y colgó.

Lo que ocurrió después fue una mezcla de tristeza, deseo y furia acumulada desde el día del hotel en Ellensburg, fue un impulso que no pude detener y arruiné como siempre arruino las cosas, mi relación con Blake, conmigo misma e incluso, aunque era prácticamente inexistente, mi relación con Demien.

—¿Gwen? —Isabella toca a mi puerta por quinta vez en el día.

—No quiero ver a nadie.

Alguien vino a verte.

—¿Blake? —me incorporo de mi cama, esperanzada.

—No

Me dejo caer en la cama de nuevo y resoplo con pesadez.

—Entonces no quiero ver a nadie.

—¿Gwen? —habla alguien más, un chico.

—Mucho menos a...

Es muy tarde, Demien ha entrado por la fuerza y me mira con el ceño fruncido.

Jugando Sin ReglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora