31. El amor es pasión

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Conduzco por toda la ciudad sin tener claro a donde quiero ir, no tengo ganas de llegar a casa ni de cenar sola, tampoco tengo a nadie a quien llamar, me siento completamente sola cuando me estaciono y comienzo a llorar contra el volante.

Siento las estupideces que cometí el día de hoy, me siento débil y sin aliento, como si me estuviera muriendo. Me arrepiento de haber aceptado ser dama de Abigail, de no haberle respondido a Melinda y, sobre todo, por no aceptar las disculpas de Demien, busco mil razones para sentirme mejor o dejar de pensar en las cosas que me aquejan, pero no puedo encontrar nada, no puedo dejar de sentir que mi corazón se aplasta en mi pecho.

Saco mi celular y busco entre mis contactos el número que estoy buscando, lo encuentro en números restringidos.

Uno, dos, tres tonos y cuelgo, repito cinco veces hasta que respiro hondo y lo dejo sonar.

—¿Hola?

Me quedo callada con las manos temblando, decido responder después del quinto hola.

—Mamá —sollozo y me duele la garganta al decirlo.

Gwen...

—Lo siento —no puedo dejar de llorar—, por matar a tu bebé.

Me tiembla la voz al llorar, respirar se vuelve complicado y siento un gran vacío formándose en mi interior, quiero que todo se detenga.

Cariño no... —se detiene cuando sollozo con dolor—. ¿Qué ocurre?

—Soy una idiota —trato de respirar—. No te dejé volver a mi vida y.... te necesito.

Me duele decirlo, me quema por dentro y al mismo tiempo me sana.

¿Quieres hablar de eso?

Melinda me escucha durante una hora, escucho su respiración y no puedo evitar llorar cada que cuento algo que me hace sentir estúpida, incluso cuando menciono a Demien, cuando hablo sobre la playa, cuando recuerdo que nunca soy a la que eligen. Cuando termino de platicarle todo lo que me ha ocurrido los últimos dieciocho años, ella da un largo suspiro.

—Siento no haber estado para ti.

En su defensa, lo intentó y si estuvo para Isabella.

—Siento no haberte dejado.

—Gwen, ¿puedo preguntar algo?

—Creo.

—¿A dónde irás esta noche?

—No lo sé —se me quiebra la voz de nuevo.

—Hija, creo que...

—No —recargo la frente en el volante—, no me digas así.

Me arrepiento de llamarla mamá y de sentirme tan cálida hablando con ella.

Gwen —corrige—, creo que este es un consejo que debiste recibir de mi hace muchísimos años, y lamento no haber estado para decirte —se toma un segundo, antes de continuar—. El amor es pasión, obsesión, es no poder vivir sin alguien —traga saliva—, pierdes la cabeza cuando por fin encuentras a alguien a quien amar como loca y que te ame de igual manera, olvidas los problemas y.... y quieres olvidar los pleitos porque lo cierto, cariño, es que vivir sin eso no tiene sentido alguno, llegar a viejo sin haberse enamorado de verdad es como no haber vivido. Tienes que intentarlo porque si no lo intentas no habrás vivido —noto que se le quiebra la voz—. Excepto si se trata de Blake, eso no era amor, no era... jamás estuviste tan enamorada de él como de Demien.

—Vaya —sorbo la nariz—, una hora hablándote de mi mundo y ya lo conoces a la perfección.

—Isabella siempre me mantiene al tanto.

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