20. Rompimiento

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Demien Masterson

Hayley peina su cabello rubio en una coleta con el torso aun desnudo, le gusta verse al espejo cuando estoy detrás de ella y sabe que se ve perfecta, le gusta que la gente sepa lo perfecta que es, que le digan lo perfecta que se ve y que la admiren mientras se ve en el espejo.

—¿Te divertiste en la boda? —se gira al tiempo que se pone una de mis camisas de botones.

—No mucho —expulso el humo de mi cigarrillo hacia arriba—, Paul huyó con Louissa.

—Vaya —nunca deja de sonreír—, eso debió destrozar a Rachel.

A Hayley no parece molestarle que fume, hace muecas y está alejada de mí, sin embargo, no es como antes, no me lo quita para apagarlo en el cenicero ni me regaña con locas definiciones medicas de lo que podría ocurrirme si continúo fumando. Todo es diferente, todo se siente incorrecto.

—Lo estuve pensando —la miro con cariño, intentando traer de vuelta los sentimientos—, y creo que estamos listos para una relación formal.

—¿Ah sí? —

sonríe—. ¿Después de decirme que comiera mierda?

Antes de la desastrosa boda tuve una charla no muy amigable con ella en donde ambos dijimos cosas muy hirientes, en especial yo, que estaba desesperado por obtener una respuesta, cuando no quiso dármela le dije que comiera mierda y después colgué para hacerle el desayuno a las hermanas de Gwen. Creo que eso fue lo que me hizo querer una respuesta, sentir algo por Gwen no entra en ninguno de mis planes y mucho menos quererla cerca de mí, ni hacerle el desayuno, ni pensar en sus labios besando los míos cada vez que me habla, entonces enloquecí cuando mi sentí ese revoltijo en mi estomago al verla dormida, cuando mi corazón sintió odio por mi mejor amigo al ver a la chica destrozando una pintura maravillosa que debería hacerla sentir viva y no de la manera en que la vi aquella noche, destrozada.

—Lo siento —repito—, eso estuvo muy mal.

—Tranquilo —se sienta en la cama, frente a mi—, a veces me gusta que me hables así.

—Lo he notado.

Sus ojos cafés me observan con diversión, como los he visto desde hace años, cuando desea cambiar de tema, cuando quiere que me calle y la complazca.

—¿Me amas? —pregunta antes de arrebatarme el cigarrillo de los dedos y apagarlo en el cenicero de mi mesita de noche.

—Sabes que si —paso un mechón de su corto cabello detrás de su oreja—, pero no te voy a esperar por siempre.

—Entonces no me amas.

Hayley es impresionante, sí que lo es. Siempre lleva el cabello perfecto y eso es porque no puede parar de arreglárselo, al igual que sus cejas, pestañas y labios, sé que le encanta que le recuerde lo hermosa que es, lo perplejo que me deja con solo hablar, pero estoy exhausto, todo se siente falso, rutinario.

—Creo que no —me levanto de la cama con cuidado de no lastimarla al pasar a su lado.

—Demien —se levanta y camina detrás de mí—, nos estamos divirtiendo.

—¿Quieres que te lleve a casa?

—No —se cruza de brazos—, quiero quedarme contigo.

—¿Y quieres tener una relación conmigo o solo quieres exprimir lo que queda de mi alma?

—Creo que Abigail ya hizo el trabajo por mí.

Aquel comentario termina de hacerme enojar y tomo toda mi ropa del suelo.

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