Rebecca Drescher
Recuerdo que fue un cinco de marzo del 2017, estaba en la oficina de Gwen después de la media noche y por quinta vez en la semana me encontraba haciendo su trabajo mientras ella lloraba en casa la pérdida de su relación.
Yo la entendía, entendía su dolor, ellos no habían tenido problemas desde que Blake la engañó por primera vez, desde entonces él se había convertido en un experto ocultando su drogadicción y ella se había vuelto una experta en fingir que no ocurría nada extraño a su alrededor. Recuerdo que lo odiaba, odiaba que la hiciera sentir mal, odiaba que ella no se diera cuenta que merecía a alguien mejor y odiaba no poder odiarlo en absoluto.
Como sea, Gwen había estado dejando su trabajo y, en consecuencia, su padre me dejaba todo a mí, lo que significaba que no solo ponía en peligro sus prácticas sino también las mías, mucho más las mías porque yo no soy hija del dueño, yo no tenía muchas influencias y era cien veces más buena en el trabajo que ella. Yo tenía una pasión enorme por las leyes, había recibido libros en navidad y cumpleaños de parte de mi hermano, mis padres fueron abogados y no me molestaba hacer trabajo extra, lo que me molestaba era el motivo.
Ese día estaba acomodando los papeles de Gwen sobre una caja distinta a los míos e intentaba no confundir ningún caso, a esa hora me sentía cansada y sin ganas de trabajar, lo único que me ayudaba era el café barato de la cafetería de abajo y las frases motivacionales de la nueva amiga de mi hermano, la señorita Kelsey.
—¿Gwen?
Blake Hawckett entró a la oficina con rosas en una mano y yo no pude evitar poner los ojos en blanco al ver al cretino que le rompió el corazón a mi mejor amiga entrando con una sonrisa, como si todo estuviera bien. Para él todo estaba bien siempre.
—Ella no está.
—Hola, Becca.
Muchos años antes lo consideraba un buen amigo, incluso estaba ligeramente enamorada de él, pero en ese momento solo lo veía como un inútil sin empleo que acababa de abandonar otra carrera y era un grano en el culo para todas las personas a su alrededor.
—Ella no está —repetí.
—¿Dónde está?
—No lo sé.
—Sé que lo sabes —se sentó frente a mí, en el suelo.
—No lo sé —jalé la caja hacia mí y me levanté.
—No me odies, Becca, según recuerdo, éramos buenos amigos.
—Si, cuando no eras un imbécil insoportable.
Todavía puedo recordar cuando hablábamos todas las noches por teléfono, cuando hacíamos chistes sobre su hermana o nos pasábamos las tareas en la secundaria, pero en ese momento ya no quedaba nada del chico que me agradaba, solo estaba aquel imbécil que lastimaba a lo que yo consideraba una de las personas más importantes en mi vida.
—Gracias entonces.
Blake se levantó, pero yo lo detuve antes de que saliera.
—No vayas a buscarla.
—¿Por qué no?
Se dio la vuelta y me miró confundido.
—Porque solo la vas a lastimar —me acerqué con los brazos cruzados—. La hiciste sentir miserable, que no valía nada y ahora, ¿irás a pedirle disculpas? No puedes hacerle eso.
—Lo sé —bajó la mirada, avergonzado y recuerdo lo mal que me sentí.
—Entonces no vayas —supliqué—, se va a sentir mejor en unos días y...
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Jugando Sin Reglas
RomanceCuando se sentía sola y triste él siempre estuvo ahí para abrazarla, cuando se raspaba la rodilla él tenía un curita con adornos navideños, no importaba que fuera mitad de abril o principios de agosto, siempre parecía navidad. Él había estado para e...