17. Te ama, Blake

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Le pido al chofer que me deje en la entrada para poder caminar el resto del camino junto al lago, así podría pensar, planear mi estrategia, las palabras que diré e intentar adivinar lo que él dirá, a este punto ya forma parte de la rutina.

Camino por el patio con zapatos abiertos y aun así las hojas no raspan mis talones al pasar entre el pasto ya que fue podado ayer, el sol no me pega en los ojos porque es demasiado tarde y se ha metido hace horas, hay un olor satisfactorio a pasto recién cortado, podría decirse que es un camino bastante cómodo, pero la incomodidad está presente en todo momento, tengo miedo, mis brazos tiemblan, mi estomago ruge de una manera extraña y las piernas se me debilitan conforme me acerco a la mansión.

Cuando estoy frente a la puerta hay un sonido de grillo que se escucha aun con toda la música de adentro y me planteo seriamente volver por donde vine cuando la escucho.

—¿Gwen?

Al girarme espero no encontrarme con Blake y vuelvo a respirar al notar que es el nuevo amigo de Abigail, Shawn Sheridan.

—Hola —le sonrío—. ¿Por qué no estas adentro?

Sé que fue seleccionado como padrino, pero no puedo deducir el porqué, mucho menos al enterarme que Demien no lo fue.

—No es lo mío.

Observo sus manos con la esperanza de que también sea un fumador, pero lo único que lleva es una libreta y una pluma.

—¿Estas escribiendo?

—Lo intento —baja la mirada, avergonzado—, no creo que quieras entrar.

—Bueno — suspiro, adivinando lo que encontraré ahí dentro—, gracias por la advertencia.

Mis ganas de irme se incrementan cuando pienso en Blake con una mujer en el regazo, seguramente en su habitación o en el baño, es probable que lo esté haciendo para vengarse de mí.

—¿Por qué no fuiste con Rachel?

—Quería hablar con Blake —miro mis manos y de repente me siento avergonzada, como si fuera una idiota—, pero creo que será mejor que me vaya.

—¿Quieres que te lleve a casa?

Me siento salvada y estoy a punto de decirle que sí, pero la puerta se abre golpeándome en la frente y gracias a eso me tambaleo hacia atrás.

—¡Gwen!

Siento las manos de Shawn en la espalda y gracias a eso no caigo al suelo, pero el rostro familiar que veo casi me vuelve a dejar caer, impresionada.

—Hola, Gwen.

Louissa Hendricks me sonríe con una copa de vino en la mano.

—Hola...

—Creí que jamás volvería a verte —sonríe—, y mírate, has cambiado mucho.

Shawn se aparta de mí y entra de nuevo a la casa, desapareciendo tan fácil como apareció, como si tuviera miedo de Louissa.

—¿Cómo has estado? —vuelve a hablar al notar que no me apetece hablar con ella—. ¿Y cómo ha estado Isabella?

Ni siquiera me pregunta si el golpe asesinó a una de mis neuronas o si tengo una grave contusión, va directo a lo que en verdad le interesa: competir con Isabella.

—Bastante bien —intento sonreírle—, entró un año antes a la universidad, terminó mucho antes que su generación y es probable que gane un premio de medicina sin haber terminado la residencia.

—Eso es magnífico —no deja de sonreír—, me encantaría quedar con ella algún día, tengo muchas cosas que contarle.

—No tiene mucho tiempo, ya sabes, los doctores nunca están libres.

Jugando Sin ReglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora