30. Lo que siento por ti

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—¿Debería llevar crema de cacahuate o de cacao?

—No lo sé —me encojo de hombros—. ¿Cuál le gusta a Maddie?

—Ambas, pero si llevo ambas, Danny las va a devorar en minutos.

Llevo tres días viniendo a hacer las compras con Paulinne, casi siempre se lo pide a April, pero ha insistido en pasar más días en familia, por ello me ha obligado a venir con ella y elegir las cosas ella misma, ha sido un desastre.

—Ya es un adulto.

—Ojalá —suspira—.Llevaré la de cacahuate.

Empujo el carrito cuando ella continúa avanzando, gira hacia el siguiente pasillo y me detengo en seco al encontrarme cara a cara con Hayley Sellers.

Los últimos días pasaron como si fuera una película, sentí que yo solo era una espectadora viendo como mi propia vida se volvía gris, estuve tan inmersa en un trabajo que odio que apenas me di cuenta de la manera en que circulaban las cosas a mi alrededor, asistí a juntas del viñedo como si fuera una persona importante, charlé con Blake por las noches como si nada hubiera cambiado entre nosotros y me alejé completamente de todos los lugares que involucraban a Rebecca, no me di cuenta de lo que ocurría hasta que el chofer se detuvo en un alto y vi el coche de Demien a un lado, él conducía y Hayley cantaba canciones de la radio, no me di cuenta hasta ese momento de la ironía que tiene el dolor; quieres que te consuele quien te hizo daño.

—¿Oliver? —subí la ventana.

—¿Sí?

—¿Puedes girar hacia la calle tres en lugar de seguir derecho?

—Seguro, ¿tienes que hacer una parada?

—No, creo que hoy no quiero ir a la junta —suspiré, sintiéndome patética—. Vamos directo al trabajo.

Después de aquello no volví a sentirme mal por lo ocurrido con Demien, me di cuenta de que las horas que pasé con él habían sido solo eso, simples horas de diversión y me limité a seguir mi vida como era antes, trabajaba, me apartaba de mi familia y charlaba con Blake unas horas al día, la diferencia fue que él me insistía pasar tiempo juntos, yo lo rechazaba diciendo que tenía trabajo o cosas que hacer y mandaba las llamadas que me hacía Melinda a buzón de voz, era agotador que siguiera insistiendo, pero cuando dejó de hacerlo me sentí vacía, decepcionada.

—Cariño —Paulinne me saca del transe—. ¿Ella no es amiga tuya?

—No, una conocida.

—Ve a saludar.

—No creo que...

Pero Hayley voltea a vernos y me sonríe con los dientes. Lleva el cabello más corto que la última vez que la vi, ropa deportiva y un gran anillo en el dedo.

Mierda, se acerca a mí.

—Gwen —me abraza—. ¿Cómo estás?

—Genial.

—Luces bellísima —se separa—, todavía me debes aquel desayuno.

—Cierto, yo... —trago saliva— he estado ocupada.

—Me imagino.

—Debo irme —señalo detrás de mí.

—Seguro —asiente sin quitar su sonrisa—. Espera, casi lo olvido —saca un papel blanco de su lindo bolso rosado y me lo entrega—, me casaré.

—Oh... —tomo la invitación y me quedo sin aliento.

Trato se sonreír, de mover los músculos de mi cuerpo, pero lo único que ocurre es que me tiemblan los dedos.

Jugando Sin ReglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora