Mi vestido rosa está duro en la parte del pecho, intuyo que eso se debe al whisky que le cayó encima anoche y no quiero verme al espejo porque no me gustaría darme cuenta de la mala noche que pasé después de abandonar la mansión, todo es un desastre, incluso la cama en la que estoy que, evidentemente, no es la mía.
—Despertaste.
Y la persona detrás de mí, con un disfraz peculiar de lo que parece ser Robin.
—¿Vas a ir a una fiesta de disfraces?
—Cerca —sonríe—, con Abby.
Cierro los ojos al darme cuenta de que hoy es catorce de septiembre, el cumpleaños de Blake y me dan ganas de llorar una vez más.
—Lo había olvidado.
—¿Estarás bien?
—Oh claro —suspiro mirando al techo—, estupenda.
No puedo recordar en qué momento decidí venir aquí, solo puedo recordar a la perfección el ridículo que hice al querer besarlo, puedo recordar que subí descalza desde el lobby hasta aquí y que la recepcionista quería llamar a la policía cuando le dije que era Gwendoline Laughlin porque creyó que me hacía pasar por ella, hasta que le mostré mi identificación.
—¿Vas a venir a la fiesta esta noche?
—¿Dónde dormiste tu? —quise cambiar el tema con uno aún más incómodo.
—Ahí —señala el lugar a lado de mi—, creí que no te molestaría, dado que ya dormimos juntos en ropa interior.
Tomo una almohada y se la lanzo con todas las fuerzas que tengo, pero él solo se ríe bloqueándola con el brazo.
—Lo siento, Gwen, no estoy hecho para dormir en el suelo —inclina la cabeza—. ¿Vas a venir a la fiesta?
—Supongo que sí —me froto los ojos y bostezo—, le dije al padre de Blake que estaría ahí y a su tía y.... a él.
—Nos vemos.
Cinco minutos después de la partida de Demien decido irme a casa y llamo a Oliver, mi chofer, quien llega casi de inmediato, como si me hubiera esperado aquí mismo. En el trayecto hacia mi casa pienso en la fiesta de esta noche, pienso en el vestido que había comprado, en el regalo, en lo espantoso que sería toparme con Blake y, al mismo tiempo, en lo mucho que me encantaría verlo para pedirle que vuelva conmigo.
—Llegamos, señorita.
Bajo del coche con los zapatos en la mano y me detengo en seco al ver a Rebecca sentada en las escaleras blancas frente a la puerta principal.
—Gwen —se levanta.
—¿Qué haces aquí?
Lleva ropa distinta a la habitual (vestidos al estilo Abigail y tacones), y por un segundo pienso que quizá la persona que creía conocer solo era un invento de la persona que es en realidad. Lleva pantalones de mezclilla con una sencilla blusa blanca sin mangas y tenis blancos, puedo sentir algo de celos al verla lucir tan linda en algo tan sencillo, sobre todo cuando yo luzco tan espantosa disfrazada de pastorcita y con el rostro mugroso de lágrimas y maquillaje.
—Quería hablar contigo.
—Yo no quiero.
Incluso su cabello luce increíble, ondulado y tan brillante, mientras que el mío está amarrado en un espantoso chongo desaliñado.
—Gwen —se para frente a mí, impidiéndome el paso a las escaleras—, por favor.
—¿Qué quieres? —levanto los brazos y los dejo caer en mis caderas—. Ya no me queda nada que puedas exprimir.
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Jugando Sin Reglas
RomantikCuando se sentía sola y triste él siempre estuvo ahí para abrazarla, cuando se raspaba la rodilla él tenía un curita con adornos navideños, no importaba que fuera mitad de abril o principios de agosto, siempre parecía navidad. Él había estado para e...