13. Pippi Longstocking

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Esta mañana no podría ser peor, después de algunos días de no hablar con Blake y recluirme en mi habitación por fin desperté con la jaqueca que llevaba días acumulando por las noches incesantes de no dormir, tenía los ojos rojos e hinchados y el temible sonido del tono de llamada que le puse a Blake me despertó.

—¿Hola? —saludé como si llevara horas despierta.

Hola, linda —parecía extrañamente alegre—. ¿Te desperté?

—No —mentí.

—Que bien, necesito tu ayuda.

Claro, no me llamó desde la noche en que se fue de casa después de la cena con mi familia, después Jack vino a dejar a mi hermana borracha en el coche de Blake y nadie se tomó la molestia de decirnos que le ocurrió o preguntar si estaba bien y ahora necesita mi ayuda.

—Claro, dime.

—Paul se va a casar.

—¿Qué? —me levanté de mi cama de un salto, esperando contarle a Isa—. ¿Con Louissa?

—Casi, con su copia millonaria.

—¿Rachel?

Desde que conocí a la millonaria que Abigail adoptó, no pude sacar de mi mente a la imagen de Louissa, ella es casi idéntica, de no ser por el rostro delgado de Rachel, muy diferente del mentón cuadrado de Louissa.

Así es —suspiró—, supongo que no solo quiere hacer enojar a Abby, también quiere enorgullecer a papá.

—Okey, pues felicítalo de mi parte.

—De hecho, Rachel me dijo que te pidiera, ya sabes, ser una de sus pastorcitas.

—¿Qué? —no pude evitar reírme.

—Deberías ver los vestidos de las damas —casi pude escuchar su sonrisa—, te va a fascinar ser una.

—Oh... ¿puedo pensarlo?

Bueno, ya trajeron los vestidos y.... puede que ya le haya dicho a Rachel que sí.

Suspiré con cansancio y me preparé mentalmente para el espantoso día que pasaré.

—Okey, llegaré en dos horas.

—Podría pasar por ti.

—¡No! —intenté no sonar mal, pero no me salió otro tipo de voz—. Es decir, voy a pasar tiempo con Isa y Maddie...

—De acuerdo —y colgó.

Ahora estoy aquí, desayunando con mis hermanas después de contarles sobre la boda de Paul.

—Vaya —suspira Isa, después de escucharme—, jamás creí que Paul Hawckett sentara cabeza.

—Ni yo —añade Maddie—, y menos con alguien que no es la grandiosa Louissa Hendricks.

—Pero es una copia delgaducha de ella —se burla Isa.

—Lo siento —la miro con tristeza.

—Está bien —le resta importancia con un ademan al aire—, Paul y yo nunca... ya sabes, nunca congeniamos.

—Oh si, Gwen sabe muy bien de eso.

—¿Disculpa? —me dirijo a Maddie.

—Vamos, Gwen —se ríe—, te gusta más tu trabajo que Blake y tu odias ser abogada.

Me sorprenden las palabras sinceras de Maddie, sobre todo por tratarse de ella, la insoportable pelirroja que nunca se calla, la única de nosotras que siempre dirá la verdad, sin importar cuanto duela o incomode a los demás.

Jugando Sin ReglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora