Epílogo

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El olor a arena era demasiado fuerte para su dolor de cabeza, aunque había tomado mil botellas de agua no pudo arreglarlo con nada. Gwen caminó a pasos lentos con los pies descalzos por la playa metiendo sus dedos y su nuevo vestido blanco en la arena, quería correr, pero sabía que resbalaría de inmediato si forzaba su cuerpo.

El sol se estaba metiendo, anunciándole que era hora de volver al hotel antes de que Adam la llenara de llamadas preguntando donde se metió, como la última vez que se quedó hasta tarde en las calles. Las noches en Tropea eran tranquilas cuando no había un desfile de extravagantes disfraces que viajaban por todo el país, a Gwen le encantó bailar con los ciudadanos y comer su comida mientras le contaban cosas interesantes sobre su país, pero lo que más había disfrutado era entender cada cosa que decían y ver sus caras de felicidad cuando les respondía en su idioma. Italia fue su país favorito de todos los lugares a los que fueron.

Aquel día fue el último antes de tomar un vuelo a Canadá y sabía que debía hacer algo para lo que se había preparado todos esos meses, aun así no se creía preparada.

Llegó hasta el final de la playa y se metió al mar sin darle importancia a su vestido, observó el sol metiéndose por un largo rato hasta que juntó el valor para sacar su última cajetilla de cigarros del gran bolso de su vestido, la miró mientras la hacía girar entre sus dedos, aquello le había causado muchos problemas, le recordaba constantemente lo que había sido antes, lo que había llorado, le recordaba todo lo que creía correcto durante muchos años antes.

La soltó y sonrió al ver como el mar se la llevaba.

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