5. Termina Conmigo

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El pedido de Paul sobrepasó mis conocimientos sobre cualquier tema relacionado con las leyes de mi país, ni siquiera estoy segura de que sea legal lo que Becca acaba de hacer, pero por fin tengo la carta en mis manos y estoy en camino a dársela a Laura para que la mande en cuanto antes a la casa de Rachel Fitzroy, la mujer con la que Abby intenta levantar una empresa.

Creo que el odio que Becca le tiene a Abigail ayudó mucho en el proceso.

—Buenas tardes —me saluda Laura, después de tragar el pedazo de dona que mordió mientras venía en camino.

—Hola —saludo sonriente—. ¿Puedes mandarle esto a Rachel Fitzroy?

—Claro —toma el sobre—. ¿Es una declaración de amor?

—De hecho, si —suspiro—. Aunque no a Rachel.

Cuando el hermano de Blake entro a su habitación sabía que yo estaría sola, así que decidió ir al punto y pedirme amablemente que le diera una orden de suspensión para la empresa de Abigail, cuando yo me negué con la misma amabilidad, él sugirió que Blake era mentalmente inestable para dirigir su viñedo, cosa que no me habría asustado si supiera que era una mentira absurda, pero Paul es dueño de un pequeño porcentaje y como cualquier empresa hay un pequeño grupo de personas que puede decidir qué Blake ya no es estable, así que decidí elegir a Blake sobre Abby, después de todo, ella ni siquiera me cae bien y se puede recuperar más rápido que Blake.

—Esta noche tienes una fiesta —me mira, bastante alegre—. ¿Quieres que pida algunos vestidos y te los pruebas aquí?

Todos los años, la Fundación Hawckett se celebra más o menos por septiembre, después del cumpleaños de Blake, pero este año su padre decidió que para castigar a Abigail la subasta se llevaría a cabo esta noche, Paul se lo dijo anoche, pero dudo mucho que siquiera se acuerde de un tercio de lo que ocurrió, así que el pobre desgraciado que tendrá que decirle es Blake.

—No es una fiesta, es una subasta.

—Es lo mismo.

—Pruébatelos tú —le sonrío—, somos la misma talla.

—¿De verdad?

—Claro, ve a divertirte —doy un golpe al aire, despreocupada—. El código de vestimenta es blanco.

—Pero...

—Yo me encargo de Rebecca.

Entro a mi oficina a hacer lo mismo de todos los días: fingir que trabajo. La realidad es que cierro con seguro y asomo la cabeza por la ventana para fumar.

—Gwen.

Pero está vez hay una persona en mi silla, girando como si fuera el dueño del edificio.

—¿Qué haces aquí? —me siento frente a él.

Blake detiene la silla y me mira con mucha seriedad.

—Quería verte.

—Nos vimos esta mañana.

Esta mañana peleamos otra vez, pero me parecía mejor idea tener una pequeña pelea que una gran decepción si Paul cumplía su amenaza. Blake me echó de su habitación, así que me fui a casa a darme una ducha, desayunar, charlar con Isa y a prepararme para la orden que tenía que entregar.

—No le dije a Abby —baja la mirada a sus manos—, estaba muy molesta.

—Siempre está molesta por algo.

Me mira a los ojos y sé que todo está a punto de desmoronarse.

—¿Tú me amas?

Tardo solo un segundo en comprender su pregunta, que me parece graciosa por lo estúpida que es.

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