Sustos y preocupaciones

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Después de que Rey le permitiera a regañadientes que podía salir del campamento una vez se recuperara de la tos verde completamente, Rose consiguió escaparse a las fronteras sin llamar la atención de nadie. Le habría encantado ir con su amiga, para que de paso viera a su Lugarteniente, pero ella le había dicho que debía quedarse para tratar más con la tos verde mal curada de Holdo.

La guerrera veterana no se había tratado bien en su tiempo, yendo a las patrullas como si nada y combatiendo al lado de Poe incluso cuando este le calmó diciendo que no era necesario.

Tienes que cuidarte, Holdo —le había dicho esa vez antes de partir a la batalla —. Estaremos bien. Mi deber como Lugarteniente es cuidarlos y no estaría cumpliéndolo si dejara que vayas, así como estás.

Poe siempre usaba de excusa su título para nadie le preguntara de más sobre sus intenciones. Él no quería que nadie supiera lo mucho que en verdad se preocupaba por la salud de la vieja gata que muy a menudo lo retaba y le discutía.

Quieres cuidarnos —repitió su labor, esa que tanto a él le gustaba cumplir —, pero ¿quién te cuidará la espalda si no dejas que nadie te ayude?

El Lugarteniente no había sabido que decirle en ese entonces, por lo que no le quedó de otra que aceptar que fuera con la mínima condición de que no se separara mucho de él y sus guerreros, a menos que se cansara demasiado para continuar.

Rose no lo quiso decir al principio, pero estaba más que segura que entre esos dos había algo más que una rivalidad por ser el favorito de la Líder Organa, una especie de tensión quizá.

Y hablando de esta, Leia había regresado al campamento poco después de que Rey lo hiciera luego del amanecer. La vio tan ensimismada, tan metida en un asunto que solo ella y la Fuerza a su alrededor sabría, que dudó bastante si en marcharse o no a la frontera sin antes preguntar por ella y su bienestar.

De cualquier forma, la Líder no había dejado que nadie se le acercara cuando se adentró a su guarida. Según sus propias palabras, no tenía humor para recibir a nadie.

Mientras caminaba, Rose comenzó a dudar si de verdad era una buena idea buscar a Hux cuando todos en su Clan parecían tan afligidos y apagados. Ella solo quería agradecerle por la nébeda, pero… le dolía la cabeza de tanto pensar en el mismo asunto.

Fue a su lugar favorito en el bosque, al prado lleno de coloridas flores cercano al río del borde de su territorio. Allí se había encontrado con Hux la primera vez, con él estando al otro lado del río y con ella teniendo que brincar en las rocas de servían de puente para llegar a su lado y derribarlo.

Suspiró, embelesada y enamorada. Ese condenado petirrojo la tenía tan perdida.

Llegó al lugar y, apenas escuchó un maullido sonoro no muy lejos de allí, se escondió de golpe nuevamente tras el arbusto del que salió. Su cuerpo entero se paralizó del terror. ¿Acaso sus compañeros se le habían adelantado y ahora ocupaban su sitio bajo el cálido sol de primavera?  

Olió el aire para comprobar su suposición, descubriendo que erraba absolutamente sobre quién podría estar allí disfrutando de su lugar secreto y privado. El aroma que la golpeó y luego abrazó con dulzura le era muy familiar.

—¡Huxie! —literalmente saltó al pronunciar su nombre en alto.

Entonces, sabiendo ya quién invadía el prado y le impregnaba su esencia, Rose caminó oculta tras las hojas hacia el felino en cuestión.

Cuando llegó y vio Hux boca arriba, revolcándose sobre las flores con suma naturalidad y tranquilidad, no dudó ni un segundo en hacer su entrada triunfal y saltarle encima.

Star Paws: A New WarriorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora