Confesiones y Ceremonias

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—¿Qué Rey qué? —preguntaron ambos al unísono, sorprendidos e incrédulos por lo que oían.

Ni Ben ni Leia podían creer lo que Luke les confesaba entre lágrimas contenidas. Él, un curandero hecho y derecho elegido por las mismísimas estrellas, les había mentido, engañado a todos por culpa de sus temores infundados y erróneamente dirigidos.

Había condenado a su aprendiza a seguir un camino que ella nunca decidió, y eso no era algo fácil de superar ni mucho menos perdonar.

—Rey nunca… nunca estuvo destinada a la curandería —repitió, suspirando pesadamente, siendo testigo de como su sobrino se enfurecía y destruía los granos de arena inocentes bajo sus grandes patas blancas —. Su destino era cumplir su más grande sueño, ser una guerrera de la cual su Clan pueda sentirse orgulloso, del cual su mentor esté más que agradecido de entrenar.

Su voz se apagó por completo en esa última parte. Le había fallado, tanto como mentor que como simple compañero. Le cortó las alas en más de una ocasión, dejándola sin ánimos suficientes para luchar contra su realidad, aquella que él bien pudo solucionar si hubiera hablado antes con la verdad.

—¿Por qué, Luke? —se erizó Ben, enseñándole los colmillos. Él más que nadie, sabía de la tristeza por la que Rey pasó durante todo ese tiempo que se creyó incapaz de cambiar su destino. Odiaba verla así y su tío era el único responsable —¿por qué mentirle, por qué impedirle ser lo que en verdad era, una guerrera fuerte, leal y dispuesta a darlo todo por su Clan?

—Por miedo —temeroso, le sostuvo lo mejor que pudo la mirada. Estaba en todo el derecho de molestarse, de odiarlo por su equivocación, así como también de saber la razón de por qué hizo lo que hizo —, por pánico de que tú te la llevaras al Lado Oscuro y no pudiera regresar nunca más, por pánico de que extinguieras su Luz y… condenaras al bosque a sufrir más miserias de las que ya estábamos acostumbrados pasar.

—¿Tú sabías de nuestra conexión? —sus ojos ámbar se abrieron de más, asombrado de repente. Luke negó con la cabeza lentamente, dudoso también de responder.

—Al principio no. Pero, después de la enfermedad y buscar consuelo en nuestros antepasados, supe que había algo más fuerte que una simple atracción que los unía —respiró profundamente, mirando ahora a su hermana a los ojos —, un lazo único y especial, uno que solo las almas gemelas poseen.

—¡Lo sabía! —chilló Leia por lo bajo, emocionada de que su anterior pensamiento fuera real después de todo.

—Así es, hermana. Siempre lo supiste. Mi sobrino, tu hijo, estuvo enlazado a Rey desde siempre, desde incluso mucho antes de que ella siquiera naciera. Por eso no podía estar separados, por eso se buscaban, se necesitaban con tanta desesperación. Porque ambos eran uno.

En lo que los hermanos se miraban y asentían al fin de acuerdo en sus ideales y pensamientos, Ben escuchaba todo atentamente mientras pensaba en silencio.

Por primera vez desde que se hizo Líder, sabía qué hacer con precisión.

—¿A dónde vas, Ben?

Al verlo levantarse e ir directo a la salida de la guarida con la cabeza en alto y el pecho inflado del orgullo, Leia se preguntó, ¿qué podría estar planeando su hijo ahora? A juzgar por la intensidad que emanaban sus preciosos ojos ámbar, haría algo de lo que nunca podría arrepentirse, algo de lo que podría sentirse dichoso.

—¿Ben?

—Reúne a todos tus gatos, mamá —pidió sin mirarla, demasiado abrumado por la emoción para siquiera voltear —, ¡tenemos una ceremonia de nombramiento que celebrar!

Star Paws: A New WarriorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora