La captura tras la desilusión

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Por mucho que Finn la siguiera y rogara que lo escuchara siquiera un segundo, Rey no se detuvo, ni cuando lo sintió prácticamente pisarle la cola con sus pisadas torpes y rápidas. Ella ya no quería volver a verlo nunca más. La había herido, engañado, ¿qué le aseguraba que si se volteaba no le diría otra mentira?

—¡Rey, espera! —pidió otra vez, aún sin obtener una respuesta que lo complaciera. La gata ni se molestaba en mirarlo —¡Déjame explicarte! ¡No era mi intención hacerte daño!

—¿No? —lo encaró y el joven se sintió un ratón frente a sus llameantes ojos verdosos y fieros. Nunca la había visto tan enfadada, pero comprendía que ahora tenía una muy buena razón para estarlo. Ella confió en él y él le había fallado —De ser así, entonces, ¿qué pretendías mintiéndome, Finn? Porque, te juro por lo que más quieras en este mundo, que yo no veo una razón válida a todo este problema que tú solito armaste.

—No quería que me odiaras, que me relacionaras con esos asesinos —frunció el hocico mientras hablaba, disgustado aún al recordar a los guerreros que conformaban su anterior Clan. Si se ponía a pensar, tal vez después de todo él no difería tanto de ellos —. Quería que me vieras como alguien bueno, como…

—¿Cómo qué, Finn? ¿Un héroe? Apuesto que solo estás ayudando a BB para seguir huyendo —quiso creer que Finn se negaría, que al menos no era tan egoísta como ahora se portaba, pero su silencio y su mirada desviada le confirmaron lo que suponía.

A él nunca le importó el cachorro en verdad y seguramente la historia de que había conocido al Lugarteniente y que quería regresar al Clan Luminoso al bosque no eran más que otras de sus farsas por ganarse su confianza.

—Yo…, Rey —empezó titubeante, tratando inútilmente de pasarle la cola sobre el lomo para que no se apartara y lo escuchara. Ella le prestó atención, sí, pero rechazó toscamente su gesto azotando su cola estirada con la suya propia —, me miraste como ningún otro gato lo había hecho jamás y… lamento mucho haberte lastimado, no sabes cuánto me arrepiento.

Y tal vez no sabía cuánto porque ya no lo quiso oír más y le dio la espalda. Escuchó las hojas detrás suyo tronar y supo que ya se había ido a quien sabe dónde a seguir causando problemas.

Rey no derramaría lágrimas por alguien que no valía la pena. No. En su lugar, arañó la tierra debajo de sus zarpas y destrozó cada montoncito de arena que agarraba entre sus garras. Se sentía dolida y decepcionada, y todo era por su culpa, por volver a confiar y caer en su estúpida fantasía de querer convertirse en una guerrera igual de valiosa como lo contaban las leyendas que tanto Han y Chewie le relataron durante su corto viaje.

—Estás siendo muy dura contigo misma, hija.

La dueña de la compasiva voz se acercó a su lado y la miró con una fijeza tan profunda que no tuvo de otra que girarse y encararla. Maz la había encontrado y seguramente ella también se preguntaría por qué estaba ahí y no con Han y BB.

—Te equivocas, jovencita, he venido aquí porque, como todos los gatos en este lugar, me preocupas.

—No tienes por qué hacerlo —se hizo la fuerte, levantándose y flexionando sus garras. Sus ojos le ardían por el llano contenido —. Estoy bien.

La veterana arqueó una ceja y la atrajo suavemente con su cola para que se volviera a sentar a su derecha. Su mirada oscura demostraba un sentimiento que Rey no supo describir.

—No te aflijas, guerrera mía —su apodo la incomodó.

Ella no era una guerrera, solo era una gata ilusa que creía que podía escapar de su vida doméstica en busca de una mejor. No conocía el bosque, no conocía ni siquiera más allá de las calles que la habían visto nacer y crecer. No tenía nada en especial, a menos que fuera especial seguir creyendo en la tonta promesa que sus padres le hicieron antes de dejarla a su suerte en las calles, a menos que también lo fuera seguir esperando a los humanos que alguna vez en el pasado les importó.

Star Paws: A New WarriorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora