Líderes natos

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Nos volveremos a ver, ya verás —resonaron en su mente las cálidas palabras de Han, la promesa que le había hecho antes de desaparecer por completo de su más hermoso sueño en años —. Te amo, Leia, mi bella Flor Dorada.

No importaba que tanto hubiera pasado desde ese entonces, que tantos cambios hubiera experimentado junto a su Clan en esos últimos días, Leia simplemente jamás podría olvidarlo, dejar de pensar incluso en cuándo podría darse esa próxima vez que él con tanto fervor le había prometido.

Ella solo quería verlo otra vez, sentir su pelaje contra el suyo abrigarla y oír sus ronroneos dulces y coquetos calmarla. No pedía más que una nueva oportunidad para demostrarle siquiera por última vez lo mucho que lo amaba, lo mucho que lo correspondía.

Han, solitario tonto… ¿por qué tuviste que robarte mi corazón esa vez que me rescataste, me salvaste de una muerte segura? Tú y tus bellos ojos, tú y tu atrayente encanto… odio haberte amado tanto.

Sollozó en silencio, dolida y sumamente agradecida de estar sola en su guarida privada y resguardada. No quería que su hijo la viera y se preocupara. Ben tenía mucho sobre los hombros como para cargar con algo más como penas ajenas a él.

Sin embargo, aunque se sintió segura al principio para soltarse, unos pasos pequeños resonando cerca de la entrada la obligaron a erguirse derecha en su totalidad y dejar el mudo llanto atrás.

—¿Estás ahí, princesa?

Reconociendo la voz de Maz, Leia ronroneó vagamente un saludo. Había olvidado por completo que su vieja amiga y su Clan de viajeros y solitarios sin hogar estaban ahí en el bosque con ellos y ya no en el parque Takodana del Poblado Humano.

Con la cola, la animó a sentarse frente suyo. Ella obedeció sin dejar de mirarla fijamente a los ojos. Leia la conocía tan bien, que sabía perfectamente por qué lo hacía.

—¿Recordando el pasado, princesa? —preguntó amablemente, sin afán de burlarse ni de mucho menos molestar. La aludida suspiró con pesadez, bajando la cabeza hasta sus zarpas y apoyándola —¿eso es un sí?

Era mucho más que un sí, quería decir, era una realidad, un hecho que nunca la podría dejar de atormentar, pues sus errores la seguían con sus recuerdos y sus lamentos con ellos.

Solo asintió, permaneciendo junto a ella en silencio por unos largos minutos más, hasta que por fin tuvo el valor suficiente para iniciar una conversación sin sonar melancólica.

—El pasado es algo que nunca me dejará, Maz. Mi familia ha sufrido constantemente a causa de eso, algunos por ignorarlo y otros por aceptarlo de la peor manera que se les podría ocurrir.

Maz, en respuesta a su lamento, se levantó y tomó asiento al lado suyo. Le deslizó la cola por el lomo, le ronroneó suavemente cerca del oído, todo lo hizo con la única intención de querer calmarla y mostrarle su comprensión. La Líder suspiró nuevamente, enterrando aún más su rostro entre sus zarpas.

—Sé que el pasado puede doler, Leia, créeme. Pero es más sano reconocerlo que callarlo y sufrirlo en silencio —lamió sus orejas lentamente, arrullándola casi como si de una cachorrita desamparada se tratara —. Además, no estás sola para hacerlo. Tienes un Clan entero que te apoya y sigue, que te es leal hasta el final de los tiempos. Tienes a tu hijo, aquel que por tanto tiempo has añorado volver a ver. Tienes una gran familia ahora, una que no dudará en darte el apoyo y comprensión que necesites.

Su amiga no podía estar más que en lo cierto. Y por eso debía pelear y no rendirse aún. Por ellos. Por su futuro.

—Gracias, Maz. En serio no sé que haría sin ustedes.

Star Paws: A New WarriorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora