Sueños cumplidos

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Sin la guerra por fin sobre sus hombros, Ben se sentía volar entre suaves nubes de algodón blanco en un cielo que nunca creyó poder alcanzar con la punta de sus garras. Era tan pacífica la peculiar estancia en la que se encontraba flotando, tan silenciosa y relajante a la vez, que se le hacía imposible asustarse o bien alterarse al descubrirse solo en su totalidad.

¿Acaso había muerto? Se rehusaba a creerlo, a siquiera suponerlo si recordaba que aún poseía varias vidas las cuales vivir al lado de la hembra que su corazón había escogido como su protectora, su leal y eterna compañera de aventuras y desventuras a las que solo ellos estaban destinados.

Rey…

Pensar casi inconscientemente en ella, en su cálido pelaje atigrado y castaño y en sus luminosos y feroces ojos verdes esmeralda, le hicieron preguntarse también cómo y dónde estaría mientras él estaba en ese escenario de fantasía volando sin rumbo aparente. La guerra había sido tan brava, tan dura para ambos, que le partiría el alma en dos si descubría que ella no se hallaba sana y salva estuviera donde estuviera lejos de él por el momento.

Ben…

Repentinamente, interrumpiendo su ensoñación y su singular calma, una voz desde el exterior de su entorno lo llamó para que regresara y pusiera de una buena vez por todas las zarpas sobre la tierra, sobre aquella que creyó perdida, aquella que imaginó por varios segundos dolorosos destruida por la Oscuridad de las sombras.

Al abrir los ojos, una vez de vuelta a su realidad, se dio cuenta de que se encontraba recostado sobre un cómodo lecho musgoso en lugar del suelo sucio y desnivelado del campo de batalla. A juzgar por las plantas que olía y veía de lejos a su alrededor, estaba más concretamente en la guarida del curandero, siendo tratado delicadamente por su madre, quien fue la que lo llamó y la que lo abrigó con su cola apenas se chocó con sus preciosos ojos ámbar brillantes y llenos de vida, llenos de felicidad por saberla allí, acompañándolo y dándole fuerzas para continuar, para que no se rindiera aún ante la nueva vida que se le presentaba.

—¿Cómo te sientes, cachorro mío? —le preguntó, agachándose y lamiéndole muy suavemente en las orejas, esas largas y llenas de cortes que ella no dejó de mimar ni prestar atención y sumo cuidado para no lastimarlo más.

Ben quiso responder, pero su garganta seca se lo impidió. Era tanta la sed que tenía, que Leia debió notarla también porque le ofreció una hoja de acedera llena de agua para que la bebiera y se refrescara. Cuando terminó de tomarla, agradeció con un débil ronroneo antes de apoyar la cabeza nuevamente en sus grandes patas blancas, limpias y por fin libres de la sangre que él mismo había derramado durante la pelea.

Los recuerdos intentaron asaltarlo, pero fueron los ronroneos de su madre lo que los detuvieron de atacarlo sin tregua en su mente agotada. Estaba en casa, sano y salvo, vivo, y eso era lo único que importaba ya.

—¡Rey!

O al menos eso pensó hasta que reparó en que su guerrera no estaba en ningún lecho cerca al suyo en la amplia guarida. No la sentía lejos, no mucho, pero igual no pudo evitar ofuscarse. Leia trató en vano calmarlo, acariciando tiernamente su lomo erizado con su cola cremosa y esponjosa.

—Rey está bien, pequeño. No hay por qué alarmarse.

—¿Dónde…? Tengo que verla, mamá, necesito verla —enfatizó, sumamente seguro de poder esquivarla a ella y sus intentos por detenerlo para levantarse e irse donde Rey yacía todavía recuperándose de sus feas heridas de guerra. No quería demorarse más y llegar cuando todo fuera ya muy tarde para actuar.

—Hijo, por favor… —suplicó, viéndolo resbalar y caer de nuevo en el musgo, refunfuñando y gruñendo maldiciones que iban dirigidas hacia sí mismo y su inutilidad por no conseguir lo que quería con sus acciones férreas y decididas a todo —. Al igual que tú, Rey necesita recuperarse del todo primero para poder salir sin complicaciones de aquí.

Star Paws: A New WarriorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora