𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟓 "𝐌𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬"

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- Levi Ackerman-

Solté la fría manecilla, cerrando con delicadeza la puerta.

Fruncí los labios, a la vez que cerraba los ojos con delicadeza.

Sabía que sí me involucraba en su vida, no habría escapatoria pero a la vez podría darme la llave para abusar de su confianza y que me dijera dónde estaba toda su fortuna.

Estaba totalmente decidido.

Deje mi chaqueta y todas mis cosas sobre el sillón, con pasos silenciosos me dirijo hacia la cocina.

Saco de uno de los muebles una bandeja, prendo el hervidor y acomodo en la mesa unas dos tazas.

Preparo unos panecillos, los cuales no le dificultará a la hora de comerlos.

Una vez listo, acomodo los utensilios en las respectivas posiciones en la bandeja.

Vierto agua caliente en ambas tazas, colocando un poco de azúcar en ambas.

Tomó la bandeja con ambas manos, dirigiéndome a la habitación.

Abro la puerta con el pie, esta se corre hacia un lado dejándome ver a una Galliard totalmente devastada.

— Te dije que te fueras— Reclama.

Hago caso omiso a sus palabras, dejando la bandeja sobre un mueble.

— Creí que era lo correcto.

Comienzo a partir en pequeños trozos los panecillos, los separó uno de otros para luego abrir la bombilla y dejarla sobre la taza de té.

— Vienes a ver lo que hiciste, pedazo de mierda— me regaña de manera tosca. Veo como su mandíbula se marca, más de lo que ya está, voltea su rostro para no verme— Sabía que era él, podía escucharlo desde aquí. Reía como si estuviera en su propia casa, bebiendo champán de una copa cara mientras se sentía el rey del mundo. El siempre viene de sorpresa, como si fuera su propia casa... Es un gran hijo de puta.

Veo como diminutas gotas resbalan por su pálida mejilla, por lo que tomó su mentón con mis dedos y los dirigió hacia mí.

Veo su rostro, sus pestañas estaban húmedas y su nariz roja. Sus pupilas estaban dilatadas, y su aspecto daba cuenta de que todo había salido mal con el Señor Reiss.

Quise preguntarle qué había pasado, pero recordé que podía escuchar toda la conversación gracias a las grabadoras una vez que vuelva a casa.

Acerque la bombilla a su boca, succiona un poco de té para que beba.

Aprecio como su rostro se relaja, su respiración ya se normaliza.

Considero que es mejor conectarla al tanque de oxígeno, por ello, tomó la nariceta entre mis manos y la acomodó cerca de sus fosas nasales.

Se mantenía la costumbre, aún me dificulta acomodarlo ya que su largo cabello se enredaba entre los cables.

— Creo que debo cortarlo— Habla después de un rato.

Me alejo un poco de ella, extiendo mi mano para tomar un panecillo. Lo acercó a su boca, ella la abre y procede a degustar.

Las expresiones en su rostro se mantenían iguales, no había cambio.

No podía leer sus pensamientos con solamente mirarla, ya no estaba presente sus expresiones y la facilidad de leerla.

Era un libro que se podía leer fácilmente, no había mayor problema en su compresión a simple vista.

Era un libro con dibujos, sin textos de por medio.

— Yo puedo hacerlo, en ocasiones yo corto mi cabello— Recomiendo.

𝐐𝐮𝐞𝐫𝐢𝐝𝐨 𝐂𝐚𝐨𝐬 | 𝐋𝐞𝐯𝐢 𝐀𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora