| Capítulo 80 |

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Dos semanas

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Dos semanas. Dos días. O quizás sólo dos horas o dos minutos. El tiempo, prolongando o efímero, simplemente termina haciéndose infernal cuando uno tiene el corazón atormentado; agobiado por la falta de una pieza elemental en él.

Porque así es como lo he sentido mientras he estado obligado a alejarme de Amy.

Manteniéndome restringido de ella. Obedeciéndola. Aunque para ello he tenido que pasar los días con la cabeza vuelta un embrollo. Desesperado por no tenerla conmigo y haberla perdido de forma incomprensible. 

Después de dos meses conociéndola y otros tres viajando a su lado por el mundo, teniendo los mejores momentos juntos, Amy simplemente me miró a los ojos aquel día en el Oest y me exigió no volver a acercarme a ella. Así, sin ninguna explicación o razón, me partió el corazón.

Ese mismo día la llamé y la busqué. Pero no contestó ni la hallé. 

Enamorarse es un lío. Porque te subyuga y te hace dependiente de esa persona que ocupa hospedaje en tu mente y vive en tu corazón como si éste fuese su residencia.  Dependes de sus sonrisas. De sus miradas. O simplemente de saborear su presencia. Porque te vitaliza.

Esta es precisamente la razón por la cual me he aprovechado del festejo de Seline para venir a ver a su hermana. Porque creo ser dependiente de ella.

Y sabía que hoy los McCourdy no me negarían la entrada a su casacomo lo han estado haciendo, con excusas, durante los últimos días.  

Sin embargo, volverme a encontrar con Amy me ha trastornado.

Y no sólo por el hecho de que la he mirado frente a mí después de catorce días absteniéndome de hacerlo. También me ha sorprendido distinguir cómo ha adelgazado en tan poco tiempo y ahora exhibe una drástica metamorfosis en su imagen.

Aunque no por ello mis ojos dejan de verla igual de preciosa como siempre. 
 
Pero lo que más me ha acabado por trastornar y alterar cada fibra de mi cuerpo han sido las palabras que mis impertinentes oídos han logrado captar del acalorado diálogo que mantenían Amy y Beth justo antes de entrar en su habitación. 

Cuando me escabullí entre los invitados de la fiesta en su búsqueda, guiado por el irrefrenable impulso de querer hablar con ella, nunca pensé que terminaría siendo oyente de la discusión entre las dos amigas.

  Y tampoco he sido capaz de predecir que una tremenda punzada, como una bala disparada a quemarropa, se me clavaría crudamente en el pecho al instante de escuchar hablar a Amy.

— ¡Eres muy poco comprensible, Beth! ¡Entiéndelo, ¿quieres!? ¡Estoy enferma y voy a morir muy pronto, joder! ¡¿Por qué no puedes simplemente dejarme en paz y…!? —La voz de Amy se apaga cuando sus ojos hacen conexión con los míos y mi inesperada intromisión consigue sobresaltarla.

Durante unos segundos ella aparenta tragarse todas sus palabras faltantes. 

Mis pies han quedado adheridos al suelo, estancándome en el umbral de la puerta, incapaz de convencerme a mí mismo para dar un paso más. Mi corazón ha empezado a tamborear en mi pecho con un ritmo convulso. Mis pulmones ya no parecen saber cómo procesar el aire y yo comienzo a sentir una asfixiante sensación de ahogo en la garganta. 

Una Limitada Vida Sin Límites © [✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora