|Capítulo 29 |

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Mamá está en la cocina, cortando trocitos de ajíes y cebollas, y yo apenas intento sospesar las palabras adecuadas para pedirle permiso de salir con Nick

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Mamá está en la cocina, cortando trocitos de ajíes y cebollas, y yo apenas intento sospesar las palabras adecuadas para pedirle permiso de salir con Nick.

«Te iré a buscar a las seis. No te pongas más guapa de lo usual, McCourdy, no vayas a darme un infarto. Soy hipertenso» me ha escrito él esta mañana.

Pero ya es poco más de las tres de la tarde y aún no he sido capaz de obtener el consentimiento de mi madre. Es difícil advertir cuando un día es propensa a estar dócil o histérica, dispuesta a aprobarme todo sin rechistar o bien a gritarme y a leerme un sermón.

Y aunque Nick ha parecido caerle bien, lo cierto es que su instinto de madre alarmada le impide confiar con ligereza en que su hija desahuciada estará en buenas manos por allí.

— ¿Mamá?—. Me acerco hacia ella por detrás, invadiendo su territorio.

— ¿Sí, cariño?

—Voy a salir con Nick. Vendrá a buscarme.—-Decido soltarlo sin vacilaciones.

— ¿Ahora? —Su voz suena neutral y no detiene su labor de pelar zanahorias.

—No. Más tarde. A la seis. ¿Está bien? —Es entonces cuando se voltea y fija sus ojos sobre mí.

—¿Por qué tan tarde, cielo? ¿A dónde vais?

—No lo sé. Nick ha dicho que me llevará a un lugar. Sólo quiero saber si me dejarás ir o si debo utilizar la ventana.

—Amy...

—Estaré bien, mamá. Te lo juro.

—El chico de la boina no está alerta de tus precauciones, cariño. Él no está consciente de tu vulnerabilidad y la diligencia de los cuidados que necesitas. No creo que sea buena idea que andes por allí como si nada.

—Sé cuidarme sola, mamá. Y no estoy vulnerable. Puedo manejarlo ¿vale? Pero de verdad quiero ir. Y ya le he dicho a Collins que pase por mí.

Durante unos segundos mamá no me quita sus ojos analíticos de encima. Su cara se descompone en una ligera mueca de preocupación. Su escrutinio termina en un resoplido cuando acerca una de sus manos a mi pelo y me aparta un mechón.

—No quiero que llegues muy tarde, Amy. Está en tus manos que no vaya a darme una tremenda jaqueca ¿vale? —Y con esto mamá acaba de darme su claudicación.

Sonrío y asiento hacia ella. Me inclino y estampo un rápido beso en su frente. Ella también me sonríe y prosigue su labor de cortar un pimentón. Seline ya está dentro mi habitación cuando yo me introduzco en ella con la intención de saquear mis guardarropas.

Mi hermana está sentada sobre mi cama, con las piernas estiradas y sus manos sujetando su tableta electrónica. Me mira con curiosidad cuando me precipito a abrir las puertas del armario y empiezo a arrastrar las perchas.

Una Limitada Vida Sin Límites © [✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora