| Capítulo 69 | República Dominicana

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Otras tres horas de recorrido en carretera se nos antoja un agradable rato para dejar fluir nuestro parloteo mientras las seductoras melodías de las bachatas nos hacen de fondo

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Otras tres horas de recorrido en carretera se nos antoja un agradable rato para dejar fluir nuestro parloteo mientras las seductoras melodías de las bachatas nos hacen de fondo. Nick nunca permite menguar el interés de nuestras conversaciones.

Siempre sabe qué decir y de qué sencilla forma hacerme sonreír, retorcer a carcajada, o hacerme sonrojar. Él ha parecido adoptar una maestría en conocerme. Y yo simplemente me amoldo a las intenciones que sus palabras buscan en mí.  

Antes de empezar nuestro viaje Nick complace mi capricho de detenernos a comprar un servicio de chicharrones en un comedor. Se tratan de pequeñas piezas de fritura de piel de cerdo con limón. Son deliciosos. Yo le doy una mordida a un pedazo y el otro se lo llevo a la boca a Nick. Son crujientes y grasosos. En la radio está sonando Fran Reyes, otro famoso bachatero dominicano.

La tarde está justo en su punto de apogeo cuando llegamos a Higüey, en la provincia La Altagracia, y desde allí nos conducimos hacia Punta Cana con destino hacia uno de sus centros turísticos más importantes: Bávaro.  

Nick nos reserva una pequeña habitación en un bonito resort con vista al océano. Una vez establecidos allí, desempacamos nuestros trajes de baño—yo me pongo el mío debajo de un ligero vestido—y no perdemos más tiempo en salir y dirigirnos hacia la prodigiosa Playa Macao a medio kilómetro de distancia caminando a pie.

Nuestras manos van fusionándose entre sí para cuando empezamos a dejar nuestras huellas en la arena blanca de la playa y concertamos un maravilloso encuentro con las aguas caribeñas. Yo flipo. Frente a nosotros se enseñorea esa  oscilante inmensidad de azul que se extiende hasta perder sus límites en el confín del horizonte.  

—Sólo para nosotros. —oigo decir a Nick, quien también tiene su mirada embelesada en las espumosas orillas donde llegan a romperse las olas

Y sí. Definitivamente todo este fragmento del mar aparenta ofrecerse únicamente para nosotros
como una ofrenda divina. Porque no hay más turistas por estos lados. Sólo estamos él y yo.

Esta es una de las ventajas de haber elegido venir a playa Macao, una de las menos concurridas, y no por ello la que tiene menos encanto. De haber decidido ir a playa Dorada nos hubiéramos encontrado con una gran multitud de gente. Pero Collins y yo concordamos en que intimidad se saborea más a gusto.  

Una Limitada Vida Sin Límites © [✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora