|Capítulo 10 |

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Hoy el sol vuelve a engalanar el cielo, con su sutil resplandor amarillo, haciendo resaltar los colores que pintan la ciudad en horas del mediodía

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Hoy el sol vuelve a engalanar el cielo, con su sutil resplandor amarillo, haciendo resaltar los colores que pintan la ciudad en horas del mediodía.

Aún se puede advertir, en los charcos retenidos en las aceras y en las gotas de agua coladas sobre las hojas, que ayer fue un día de crecidas descargas. Pero hoy el paño de nubes, blancas brillantes y no grisáceas, son testigo de cómo solo se trató de un desborde ocasional y que, con suerte, no se repetiría durante todo el mes.

Cálido y reconfortante. Así amaneció el día hoy.  Y quizás por este nuevo augurio de la mañana, o bien por las protestas de mi parte, mamá me ha permitido un paseo por el Oest.

Ella sabe que, si bien he pasado todo un día postrada como paralítica sobre un colchón con la intención de renovar mis energías, hoy no me haría ningún bien quedarme adherida a las sábanas. No es un secreto para mí que quedó hecha un manojo de nervios. Cada facción en su rostro al verme salir me indicó que deseaba colocarme algún chip para mantenerme localizada, o bien mandarme atrás una diminuta cámara oculta que me siguiese los pasos mientras yo no estuviese bajo su supervisión.

Logré bajar las escalinatas de la entrada antes de que ella pudiese cambiar de decisión y regresarme dentro, y tomé el camino rectilíneo de las aceras hasta la zona sur del pequeño distrito.

Y es que, a tal seducción del día, he decidido primero echar la vista entre las tiendas que abastecen la callejuela por ambos lados: establecimientos comerciales que van desde ferreterías hasta locales de artículos de joyería, todos dispuestos en hilera dentro de estrechas casetas, pegadas entre sí, y decoradas con enormes cartelones que ostentan sus nombres junto a alguna imagen publicitaria. Siempre hay algo para entretenerse por aquí, aunque simplemente sea apreciando la actividad arremolinada por los alrededores, el tumulto de gente, o admirando los escaparates de las tiendas.

Me fijo por un momento en los vestidos que ponen a la vista las tiendas de ropas. Son excesivamente cortos, con escotes pronunciados y reluciendo lentejuelas que brillan a través del cristal. Las prendas insinuantes que generan lascivia en los tíos no son lo mío. Pero estas son las principales demandas de hoy en día: ropas de espalda abierta y piernas al desnudo. Esto me hace pensar en cómo la gente suele darles mayor importancia a unos pechos abultados, a una cintura curvilínea, a un torso corpulento ya unos músculos prominentes, y desvalorizan las virtudes.

Así está el mundo: la impresión se basa en las apariencias, en los prejuicios y en una errónea percepción de la belleza. Algo que ha conducido la mente humana por corrientes desacertadas, haciendo personas inseguras y a otras tantas subiéndoles el ego. Esto se resume en: la época del empaque y no del contenido.

Pero éste no es el único problema en el mundo que acarrean las mismas personas que habitan en él. Enumerar sus flagelos sería salir a contar los granos de arena del Sahara. Porque así es como estamos viviendo: en un mundo de averías..

Una Limitada Vida Sin Límites © [✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora