—Joder, ¡Que susto me has dado! —Nick Collins se echa a reír ligeramente.
Había estado tan distraída que no me he percatado del momento en que mis pies iniciaron sus andares por la tercera fuente, donde había quedado con él.
— ¿Tan repugnante me encuentras, McCourdy? — Ahora es mi turno de sonreír.
—No precisamente. —Él suaviza sus facciones y no aparta su cálida mirada de la mía. La suya un tanto escondida entre la leve inclinación de la boina sobre su frente.
Nick sí ha sido lo bastante astuto para cubrirse adecuadamente y combatir la corriente de aire frio. Ahora tiene sus manos metidas dentro de los bolsillos delanteros de sus vaqueros.
— ¿Cómo estás? Me preocupé bastante cuando ayer te desmayaste de la nada. Cuando te llevé al hospital no pude quedarme mucho tiempo contigo. Sólo lo suficiente hasta que tú amiga llegó. Recibí una llamada y tuve que salir. Y cuando volví, una enfermera me avisó que ya no estabas allí y que habías sido trasladada.
—Pues, verás, mis padres son muy drásticos en ocasiones ¿sabes? Se asustaron un poco y decidieron llevarme a una clínica privada. Pero te agradezco que me hayas llevado hasta el hospital.
— ¿Qué ocurrió contigo? ¿Todo está bien? —Él inquiere y mis palabras se traban antes de fluir.
Por lo general no me cuesta hablarles a los demás sobre mi enfermedad. No me siento orgullosa de ella. Pero tampoco puedo negar su existencia en mí. Sería una estupidez pretender obviarla. Por alguna razón, sin embargo, no encuentro impertinente soltar semejante información en este momento.
Tampoco es que me guste andar notificándoselo a todo el mundo. Como tampoco me agrada apreciar las respuestas en los demás cuando me escuchan decirlo. Casi siempre tienden a no saber qué decir.
Sus miradas dejan de ser monótonas para adquirir reflejos de lástima. Y no es bonito cuando te miran de esa forma. De repente dejas de ser alguien normal y piensan que deben tratarte diferente, de forma especialmente cuidadosa, por el simple hecho de estar muriendo.
Todo es muy tedioso cuando las personas no disimulan la pena en sus ojos.
La verdad es que lo que menos deseo es perturbar la placidez en el rostro del chico frente a mí y hacer que vaya a mirarme con la consternación propia que siempre implica para la gente enterarse que estoy desahuciada.
La gente nunca quiere entablar amistades de futuros inciertos con personas de vida limitada. Concluyo que mencionarle a este chico el verdadero motivo de mi desmayo no es una alternativa justo ahora. Me esfuerzo en esbozar una sonrisa convincente.
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Una Limitada Vida Sin Límites © [✅]
Fiksi RemajaNick se enamora de un corazón que pronto dejará de latir. Amy es una estrella más cuya luz advierte con apagarse en el firmamento. Ella, la chica cuya enfermedad terminal le ha puesto fecha límite a sus días. Él, un fanfarrón que se cruza en su v...