Nick se enamora de un corazón que pronto dejará de latir.
Amy es una estrella más cuya luz advierte con apagarse en el firmamento.
Ella, la chica cuya enfermedad terminal le ha puesto fecha límite a sus días. Él, un fanfarrón que se cruza en su v...
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Dos semanas después
La simple idea de no volver a verla jamás ha estado trastornándome. Se trata de un pensamiento cuyos inevitables y bulliciosos retumbos en mi mente no hacen más que perturbarme la razón
¿Cómo poder afrontar mis días futuros sin un motivo para vivirlos? Cada persona necesita de un motor propulsor para accionarse cada mañana, un propósito para siempre mantenerse vitalizado. Una razón para siempre recibir con ilusión el albor de un nuevo día. Y ella se ha convertido en ello para mí.
Sus sonrisas se han hecho un complemento primordial en mis días. Ser el pintor de esos continuos y espléndidos trazos en su rostro ya es una misión cotidiana que tengo la necesidad cumplir para sentirme satisfecho. Es por esto que tan sólo pensar en llegar a perderla me agobia tanto.
Después de tres fantásticos meses viajando juntos y estando con ella durante todas las horas del día, me he hecho dependiente de ella. Oír su voz y deleitarme con las melodías de sus risas resultan ser suplementos indispensables para mí. No hay nada capaz de concederme más satisfacción que verla feliz. Quizás porque este es el momento preciso en que su encanto se destaca aún más significativamente ante mis ojos.
Y cuando Amy derrocha toda su dulzura, aun haciéndolo de forma inconsciente, ella ni siquiera se hace una idea de lo mucho que influye en mis pálpitos .
Amy se ha acostumbrado a nutrirme de sus sonrisas. Y es por ello que me desgarra tanto saber que durante las últimas semanas ha estado consumiéndose frente a mí. He estado acompañándola a morir.
No me he apartado de su lado en ningún momento, aunque el terror por despedirme de ella ha estado convirtiendo mis días en un suplicio. Unos desapacibles días con los nervios a flor de piel y los latidos desboscados. Unos días durante los que me he trasladado a la casa de los McCourdy para no perder ningún instante lejos de ella. Unos días donde hemos dormido juntos cada noche. Unos días donde me he esforzado por embriagarme de ella hasta más no poder.
Unos días donde he tenido que advertir la forma en que Amy ha estado dejándose desvanecer. Donde la he visto sucumbir a la pérdida de sus energías. Donde la he sentido debilitarse hasta llegar a encontrarse tan frágil como un cristal. Donde he atisbado como el cáncer la desgasta cada vez más.
Donde he sido testigo de cómo su cuerpo ha seguido adelgazando y su piel poniéndose más lívida. Donde también he sido testigo de sus manchas coloradas y los sangrados que emanan de su nariz.
Para todos ha sido difícil estar junto a Amy y ser espectadores de su consumación. Sus padres apenas han hablado durante estas dos semanas y sólo se han limitado a esperar lo inevitable. Peggy ha estado encerrándose a llorar dentro su habitación mientras Antón se ha propuesto canalizar su nerviosismo imponiéndose una excesiva carga de trabajo a sí mismo.
El desvanecimiento de Amy también ha sido perceptible para Seline, quien se ha dado cuenta de que algo muy malo está sucediéndole a su hermana, así que no deja de estar adherida a los costados de Amy siempre que puede permitírselo. Beth también se ha apegado a su mejor amiga con un impetuoso afán de aprovechar al máximo todo el poco tiempo restante junto a ella.