Nick se enamora de un corazón que pronto dejará de latir.
Amy es una estrella más cuya luz advierte con apagarse en el firmamento.
Ella, la chica cuya enfermedad terminal le ha puesto fecha límite a sus días. Él, un fanfarrón que se cruza en su v...
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En la geografía del mundo ha de encontrarse una pequeña isla, bañada por las afrodisíacas aguas del mar Caribe, cuyos portentos promete el deleite de la vista y de cuyo innegable encanto nadie es capaz de salir inmune.
Venir hasta ella es arriesgarse a caer rendidos a sus pies. Llegar hasta ella es venir dispuestos a enamorarse. De su clima. De su color. De su gente. De su sabor. De su música.
Tan pequeña, la isla La Española destaca su gracia entre el archipiélago de las Antillas Mayores, ocupándose un cuarto tercio de su territorio en la República Dominicana. Esa nación bendita cuya bandera tricolor nos da la bienvenida al instante de encontrarnos bajo su soleada atmósfera.
Nick y yo llegamos faltando poco para el comienzo de su atardecer. Hemos gastado unos treinta minutos de trasporte desde el aeropuerto Las Américas hasta nuestra habitación reservada por una noche en el hotel Island Life de Santo Domingo. Otros tantos minutos nos ha llevado organizar nuestras maletas y cambiarnos de ropa.
Es por ello que nuestra primera incursión en la capital dominicana empieza cuando el sol ya se luce en su mejor momento.
— Bien, Nick Collins, aquí estamos. Hemos venido a dejarnos robar el corazón por República Dominicana. —Le digo al fanfarrón de mi acompañante en cuanto salimos a embelesarnos con la primera impresión que nos brinda este bello país.
—Pues mi corazón ya me lo has confiscado tú. Pero igual creo que puedo reservar un espacio en él para esta tierra.
Lo miro y me muerdo los labios al ver lo guapo que está con su boina color gris calada sobre su cabeza y su sonrisa socarrona.
La República Dominicana es la predilecta del sol. Esto es lo primero que percibimos cuando empezamos nuestra caminata y sentimos como el calorcito de la tarde nos arropa con su calidez.
¿Cómo describir mis primeros minutos en una calle dominicana? Se siente estar rodeada de vida, de carisma, de cultura y de gente que a simple vista desprenden simpatía. La esencia de los dominicanos se percibe de tan sólo ver como circulan por las aceras: audaces, altivos, vivaces y alocados. Se escuchan risas. Saludos amistosos. Se respira la confraternidad y la energía risueña de este pueblo.