|Capítulo 13|

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Apenas he sentido que han transcurrido unos diez minutos de trayecto y algunas pocas cuadras de distancia cuando Nick estaciona su moto frente a una estructura de doble plataforma

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Apenas he sentido que han transcurrido unos diez minutos de trayecto y algunas pocas cuadras de distancia cuando Nick estaciona su moto frente a una estructura de doble plataforma.

Me doy cuenta de que estamos en un suburbio bastante silencioso y sospechoso, por donde no circulan muchos vehículos y no se observan más que dos personas distantes caminando por las aceras. La estructura parece todo menos una casa.

Está ubicada en un callejón, en una esquina aislada, y en su fachada exterior no hay jardín ni porche. Sino más bien una especie de estacionamiento improvisado. La casa está más atrás, en el fondo, y su entrada está únicamente decorada por una mesa redonda de tablas con unos pequeños banquitos adosados a ella.

En la especie de estacionamiento hay otra docena de motocicletas aparcadas y Nick sitúa la suya allí.

—¿Es aquí? ¿Enserio esto es una casa? —- Pregunto cuando Collins me hace un gesto tácito para apearme del asiento a través del espejo retrovisor. Él también se dispone a bajarse.

—Es la casa de un tío de veintiún años sin padres cuyo único entretenimiento es servir de anfitrión de las mejores juergas. Digamos que ha terminado convirtiendo la propiedad en una especie de pub, como puedes ver. Pero el ambiente es bueno, te lo puedo asegurar.

Del interior de la estancia se cuela el bullicio de la música, al unísono de una resonancia de alboroto y murmullos estridentes. Nick me regala una sonrisa y me insta a ir detrás de él. Ni siquiera toca el timbre y tampoco nadie nos abre la puerta. Él mismo forcejea la perilla y nos da acceso al interior.

Dentro la música cobra un volumen más ascendente. Es un tipo de género electrónico instrumental, sin letras, de ritmo retumbante. El lugar es más espacioso de como evidencia su apariencia exterior. Distingo que quizás hay unas cincuenta personas aglomeradas por los alrededores, de pie en grupos, aisladas en parejas, arrinconadas, bailando alocadamente; junto a las mesas que ofrecen alcohol, en las esquinas, encima de las mesas o sentados sobre los muebles y sofás que hay adheridos a las paredes.

Risas. Alborozo. Exclamaciones y bisbiseos. Vasos plásticos en manos. Cuerpos moviéndose al son de movimientos casi convulsivos. Esto es, en resumida descripción, todo lo que mi mirada abarca de una ojeada.

—¡Eh, Nick, bienvenido! ¡Tú chica y tú sentíos como en vuestra casa! —Oigo vociferar a un tío en una esquina alejada, acosado por unas tres chicas entorno a él.

—Tu chica. — Repito, en susurro, no evitando reírme.

—Él es el dueño. —Dice Nick, poniendo su mano en mi hombro para conducirme hacia el centro de la estancia—¿Podrías esperarme un momento aquí? Subiré arriba a buscar a Deen ¿vale?

Una Limitada Vida Sin Límites © [✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora