I Capítulo 62 | Estados Unidos

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Durante las últimas semanas he encontrado una gran fascinación hacia la fotografía

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Durante las últimas semanas he encontrado una gran fascinación hacia la fotografía. 

Teniendo a Amy como perfecta musa en nuestras andanzas por el mundo, ha sido inevitable no dejarme engatusar por el arte de plasmar y hacer eterno un momento.

¿Cómo no venerar la oportunidad que me concede una fotografía para capturar su sonrisa? Y su mirada emocionada. Y la locura reflejada en sus pupilas. Y esa dulzura que adorna su rostro cuando está frente algo que la conmueve.  

A estas alturas de nuestro viaje ya siento que la pequeña cámara de polaroid forma tan parte de mí como la boina que encubre mi pelo y la sonrisa que ensanchan mis labios al mirarla.

Y es que se ha vuelto un vicio para mí enfocar a Amy a través de ese minúsculo lente que luego la inmoviliza en una fotografía.

  Ahora está posando para mí, dibujando una divertida mueca en su carita risueña y con el encantador panorama que ofrece los ochenta y cuatro metros de altura desde el Puente de Brooklyn.  

Como comienzo de nuestro segundo día en la Gran Manzana, una vez dejado atrás el One Word Trade Center, Amy y yo nos hemos conducido hasta el sur de Manhattan a las orillas del río Este sobre el cual se alza este imponente puente colgante tan popularmente conocido como ícono de la ciudad.

Ahora estamos sobre él; sobre esa imagen que comúnmente se visualiza en las escenas cinematográficas de un montón de películas. ¿Cómo estar en New York y no querer atravesar el puente que lleva hasta Brooklyn?  

Aun así, teniendo como fondo la vista que ofrece el puente, todo el paisaje parece difuminarse y perder esplendor cuando la sonrisa de mi modelo acapara los rayos del sol sobre sus labios .

— ¡Ya, basta, voy a terminar creyéndome Kendall Jenner si sigues dándotela de paparazzi! —Amy se ríe y me da la espalda para admirar las aguas del río y las siluetas de los rascacielos.

—Eres muy fotogénica ¿qué quieres que haga? 

Ella suspira y aspira el frescor de la brisa mientras yo canturreo la melodía de Somewhere in Brooklyn de Bruno Mars.

Del otro lado del puente se contempla, lejana y casi indistinguible, la emblemática y famosa Estatua de la Libertad. Ubicada dentro de una pequeña isla y bañada por las aguas del río Hudson, el simbólico monumento estadounidense se alza con altivez ante la iluminación del sol.  Amy distrae sus ojos con la enorme escultura y yo los míos con ella y el oleaje de su rebelde melena ondearse al son de sus movimientos.  

Una vez dejado el puente y encaminándonos de regreso a Manhattan, Amy y yo seguimos merodeando las avenidas y las arterias de la Gran Manzana hasta que el mediodía y el atardecer transcurren pasivamente sus horas con mis palabras y las suyas intercambiándose en el habitual ritmo descarriado de nuestros diálogos.

Una Limitada Vida Sin Límites © [✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora